Fiesta de la Sagrada Familia

Cada año, justo después de Navidad, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Esto es por una razón importante. Es fácil pensar que la “encarnación” quiere decir que Dios tomó un cuerpo humano, que apareció en la carne.

Pero la encarnación significa mucho más. En Jesús, Dios se unió a toda la naturaleza humana. Entró completamente en la experiencia humana, con todos sus altos y bajos. Parte de esa experiencia, con más altos que bajos, es la familia.
Fiesta de la Sagrada Familia - 1 - Holy Family and Child
Jesús pasó más del 90% de sus años bajo la sombra de la vida familiar. Aunque solo algunos capítulos de la escritura hablan sobre este periodo, lo que nos revelan es significativo. Primero que nada, a pesar de la adorable imagen de nuestros nacimientos, el nacimiento original no fue nada acogedor. Una mujer con nueve meses de embarazo monta sobre un burro por más de 100 kilómetros, yendo por un camino polvoso, lleno de baches, para finalmente dar a luz en un establo lleno de animales. Las ovejas de peluche podrán ser suaves, esponjosas y adorables, pero la ovejas de verdad son sucias y mal olientes. Después del alumbramiento, tuvieron que tomar sus cosas y huir rápidamente para buscar asilo en un país extraño, donde no tenían familia ni amigos que los apoyaran. Algunos años después de regresar a su tierra natal, el hijo adolescente se pierde por algunos días y luego entabla una conversación un poco emotiva. Jose es un santo, María no tiene pecado, Jesús es Dios encarnado, y sin embargo existen desafíos, dificultades, momentos de tensión y oportunidades para malos entendidos. Bienvenidos a la verdadera vida familiar.

Todas las cosas creadas por Dios son buenas y la vida humana, de acuerdo a Libro de Génesis, es muy buena. Sin embargo, al asumir un cuerpo humano, la Divina Palabra eleva su dignidad, santificándola y ennobleciéndola. Al aceptar ser bautizado por su primo Juan, Jesús santifica el agua y, en el bautismo, la convierte en un instrumento de su poder santificador. Al ser parte de la vida familiar, Jesús hace lo mismo. La familia es naturalmente buena, pero ahora se convierte en un instrumento para el crecimiento espiritual y la santificación.

Cuando era adolescente, asumía que perseguir seriamente la santidad significaba renunciar al matrimonio y la familia para entrar a un convento, a un monasterio o al seminario. Según yo, la santidad significaba mucha oración silenciosa y trabajo apostólico. El ruido de la cotidiana vida familiar sería una distracción para la búsqueda de esa santidad. La tarea de los casados era solo asistir a misa los domingos, obedecer los diez mandamientos y llegar al cielo.

La fiesta del Sagrada Familia demuestra que tan lejos de la realidad estaba yo. Nos recuerda, tal como nos enseña el Concilio Vaticano Segundo, que todos los seres humanos estamos llamados a la santidad. Que todos los estados de la vida, incluyendo el ser estudiante, adolescente o padre de familia, ofrecen abundantes oportunidades para crecer en la fe, la esperanza y la caridad. La esencia de la vida familiar, vista desde la perspectiva correcta, puede ser el camino hacia una profunda transformación personal y hacia la comunión con Dios.

Piénsalo. El creador del todo el universo pasó la mayor parte de su vida humana como un artesano, trabajando con su papá en el negocio familiar y ultimadamente haciéndose cargo de él. Maira, la más grandiosa y santa de las creaturas, pasó la mayor parte de su tiempo cambiando pañales, cocinando y limpiando. El secreto de la santidad no es hacer cosas extraordinarias, sino hacer cosas ordinarias con amor y gratitud extraordinarios (Col 3:15-17).

La palabra seminario significa “semillero”. Es un invernadero donde, en un ambiente protegido, las vocaciones pueden germinar y desarrollarse para que no solo puedan sobrevivir en el mundo real, sino para que también puedan dar fruto ahí. La familia es el primer seminario. Ahí se siembra el llamado a participar en la santidad de Cristo y de su misión. Irónicamente, el cuidar de estas “semillitas” hace que los padres/jardineros también crezcan. En el plan de Dios, la familia es una comunidad donde todos crecen y dan frutos.

En resumen, no nos volvemos santos a pesar de las ocupaciones de nuestra vida familiar, si no dentro y a través de ellas.

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