Jesús asciende al trono – la ascención

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La Ascensión de Cristo representa su entrada triunfal a la Jerusalén Celestial, su coronación como Rey y la inauguración del Reino o Reinado de Dios en el poder del Espíritu. Ya no porta una corona de espinas, sino una corona de gloria, reinando con poder. Desde su trono derrama dones – demasiadas virtudes y carismas para ser enumerados.

Es adecuado celebrar la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén el Domingo de Ramos. Nos regocijamos al recordar como la Ciudad Santa extendió la alfombra roja y aclamó a Jesús como el Mesías prometido.

Sin embargo, la única corona que le dieron a este rey fue una corona de espinas.

Entrada triunfal a la Jerusalén Celestial

Esta semana, la Iglesia conmemora una procesión mucho más importante. La solemnidad de la Ascensión celebra la entrada triunfal a la Jerusalén Celeste, la verdadera y eterna Ciudad de Dios. Sus habitantes no gritaron “hosanna” un día y “crucifíquenlo” al día siguiente. El sufrimiento ha terminado. La muerte ha sido derrotada. A Cristo no le queda más que la Gloria.

La corona y el trono

Durante todo su ministerio público, Jesús había hablado de un misterioso “Reino de Dios”. No se refería a un lugar sino a una nueva era, la era del “Reinado de Dios”. Sin embargo, un nuevo reinado debe comenzar con una coronación, de la misma forma en que una nueva administración presidencial debe comenzar con una inauguración, aunque las elecciones hayan sido ganadas muchos meses atrás. El príncipe es el heredero del reino desde su nacimiento, pero hasta que se pone la corona y toma asiento en el trono no puede ejercer su autoridad.

La Ascensión celebra este trascendental acontecimiento. Miríadas de ángeles cantaron una nueva canción de belleza indescriptible en el momento en que el hijo de Dios e hijo de Adán toma asiento a la diestra del Padre y es coronado como Rey del cielo y de la tierra.

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Poder, la promesa del padre

Observemos que, en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, justo antes de que Él ascienda, les dice que esperen el cumplimiento de la promesa del Padre. Ellos creen que está a punto de suceder un golpe de estado y que Israel recuperaría el dominio del que gozaba bajo David y Salomón.

Jesús les corrige con delicadeza. Él tiene en mente algo mucho más grande. Él está a punto de recibir la autoridad para derramar sobre ellos el mismo Poder de Dios, el mismo poder que lo había resucitado de entre los muertos (Efesios 1:19-21). Estos ministros estaban a punto de recibir la investidura para ayudar a su Rey a construir un imperio más extenso y duradero que el de Salomón. El Reino de Dios sería un reinado de libertad y dicha eternas para todos aquellos que acepten la soberanía del rey y fueran lavados en las aguas del bautismo (Marcos 16:15-16)

Signos y prodigios

Hablar no cuesta nada, pero Jesús no solo habló sobre la buenas nuevas, el era las Buena Nueva cambiando la tristeza a su alrededor en gozo y las tinieblas en luz. Su predicación estaba acompañada de signos y prodigios. En el evangelio de esta semana, Jesús describe los signos que precederán a aquellos que crean y lleven las buenas nuevas a los demás.

Hay quienes afirman que tales signos y prodigios fueron necesarios en la iglesia primitiva para que se fortaleciera durante aquellos oscuros días de paganismo y brutalidad, pero que tales signos no deben esperarse en nuestros días.

Algunos Padres del Concilio Vaticano Segundo abordaron esta idea, observando que hay tanta brutalidad, oscuridad y oposición a Dios hoy en día así como en el siglo primero. Por lo tanto, el Concilio enseña (LG 12) que el Espíritu Santo aun derrama sus dones sobre los fieles y que estos dones deben ser recibidos con entusiasmo y gratitud.

Dones – virtudes y carismas

Algunos de estos dones nos ayudan a ser como Cristo. A estos dones los llamamos virtudes. Otros no dan la capacidad de servir a los demás como El lo hizo. A estos dones los llamamos carismas. Ya sean extraordinarios, como el don de sanidad, el hablar en lenguas y profetizar, o sencillos como la hospitalidad, son signos del Reino de Dios. No nos toca a nosotros determinar cuáles carismas quisiéramos tener. Nuestro trabajo es simplemente usar de la mejor manera la autoridad y el poder que se nos ha dado a cada uno, recordando que a los que son fieles en lo poco, se les confiaran cosas aun más grandes.

Esta publicación se enfoca en la coronación de Cristo a la derecha del Padre. Es una reflexión sobre las lecturas para la Solemnidad de la Ascensión, ciclo B (Hechos 1:1-11; Salmo 47; Efesios 1:17-23; Mc 16:15-20). Sin embargo, también es apropiada para los años A y C puesto que solo cambian las lecturas para el evangelio. En el ciclo A, el evangelio es tomado de Mateo 28:16-20 y en el ciclo C se toma de Lucas 24:46-53.

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