ACCION DE GRACIAS Y LA EUCARISTIA
Antes que el “Acción de Gracias” fuese un feriado estadounidense, era una celebración distintiva de la tradición judeo-cristiana. Todos los pueblos de...
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La historia del hombre rico que se jacta de su abundante cosecha en Lucas 12, nos plantea una pregunta interesante: ¿son malos el éxito y la fortuna? San Agustín, siguiendo la enseñanza de San Pablo, dice que el problema no es el dinero si no el amor por dinero.
En su trilogía especial, C.S. Lewis le llamó “el Torcido”. Realmente es un buen nombre para aquel al que la Biblia llama “Satanás” o el Acusador. Eligió perversamente servirse a sí mismo en lugar de a su creador y desde entonces su deleite ha sido pervertir todo lo que pueda tocar.
Por ejemplo, el deseo sexual fue creado por Dios para acercar al hombre y la mujer en amor comprometido que crea una nueva vida. El deseo sexual es claramente un gran bien. Sin embargo, cuando se retuerce por la instigación del “Torcido”, se convierte en lujuria – el deseo de una auto-gratificación estéril que está dispuesta a dañar la dignidad de otros, de muchos otros, para satisfacer sus deseos.
Lo mismo sucede con el deseo por el dinero. En ningún lugar en la Biblia encontramos que se ensalce la pereza. El hombre y la mujer tenían la responsabilidad de cuidar el jardín incluso antes de que el pecado entrara en la historia. El trabajo es sagrado y debe ser productivo (por cierto, la teología de Juan Pablo II sobre el trabajo es tan fantástica como su teología sobre el cuerpo). Y gozar los frutos de nuestro trabajo y compartirlos con otros son unas de las bendiciones más grandes de la vida.
Sin embargo, cuando el deseo de trabajar y ganar dinero es pervertido, el placer legítimo previsto por Dios, desaparece y es remplazado por la esclavitud. El trabajador compulsivo no puede bajarse de la banda sin fin para gozar de los frutos de su trabajo. Ansiosamente permite que el trabajo se convierta en una compulsión, consumiendo todas las áreas de su vida. Por otra parte, nos encontramos con los avaros de este mundo, quienes acumulan sus tesoros, reusándose a disfrutarlo o compartirlo con otros. Por el contrario, el dinero se convierte en un sustituto de Dios, en un ídolo. Los avaros buscan su identidad y su seguridad en el dinero. Esto es lo que encontramos en el hombre rico de Lucas 12. Su problema no es estar emocionado con una cosecha provisional, si no que ha sucumbido a la ilusión de que esta riqueza implica seguridad. Pone su confianza en los graneros, que por supuesto le defraudan.
La primera epístola a Timoteo 6:10, nos enseña que el amor por el dinero es la raíz de todos los males. Siempre me ha parecido que la definición de San Agustín del amor por el dinero es muy iluminadora. El señala que el amor equivocado no solo se limita al dinero. Cuando alguna cosa en la creación ya no es un medio para amar a Dios si no que es un fin en sí misma, entonces nos encontramos frente a ese “amor” que es idolatría y la raíz de todos los males.
¿”Amas” la idea de encontrarte con la pareja perfecta? ¿Tener una mejor vida amorosa en tu matrimonio? ¿Tener un hijo? ¿Obtener un mejor trabajo? ¿Ganar un campeonato deportivo? ¿Obtener un título universitario? ¿Incrementar los ingresos de tu negocio? El deseo de todas estas cosas puede ser realmente bueno. De hecho, la ávida búsqueda de estas cosas de hecho puede ser un deber, dependiendo del estado de vida en que uno se encuentre.
Sin embargo, la pregunta es si estos deseos y logros son pasos hacia Dios o hacia desastrosos desvíos. Es el momento para una revisión de agallas. ¿Estamos más preocupados por las cosas de abajo o por las de arriba? (Colosenses 3:1-2) debemos apasionarnos por las muchas cosas de arriba – pero es nuestro celo por la salud, el amor, los hijos, la educación, el trabajo, la seguridad financiera verdaderamente una función de nuestro celo por amar a Dios y hacer su voluntad? ¿Dónde buscamos nuestra mayor satisfacción y nuestra seguridad? ¿En estas cosas (y personas) pasajeras o en Dios que es eterno? ¿Qué esperamos más, nuestro próximo ascenso o el cielo? El incluir un examen de conciencia en nuestras oraciones diarias nos ayuda a hacernos estas preguntas y evitar que nos salgamos del camino.
Si no lo has notado, no se requiere mucho para sacarnos del camino. Ha sido así desde que aquella funesta conversación en el Jardín del Edén entre nuestro primeros padres y el “Torcido”.
Este análisis de la historia sobre el rico necio en el evangelio de Lucas ilustra como el amor por el dinero es idolatría y raíz de toda maldad. Se propone como reflexión sobre las lecturas para el décimo octavo domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C, (Eclesiastés 1:2; 2:21-23 3:1-5, 9-11, Colosenses, Lucas 12: 13-21)
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