Todo lo que necesitas es amor
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Los estudios bíblicos y la oración son absolutamente necesarios para los católicos. Como dijo san Jerónimo: “La ignorancia de las Escrituras es la ignorancia de Cristo”.
Existe un mito que debemos desmentir de una vez por todas: A los protestantes solo les interesa la Biblia y a los católicos solo les interesan los Sacramentos. Aunque no puedo hablar en nombre nuestros hermanos separados, puedo afirmar esto con certeza: la Iglesia Católica nunca ha tolerado esta mentalidad de “uno o el otro”. Tanto la Escritura como los Sacramentos son dones preciosos del Señor, dones que necesitamos desesperadamente y debemos utilizar.
San Jerónimo, uno de los Padres y Doctores de la Iglesia en el siglo 5 AD, insistía que “¡La ignorancia de las Escrituras es la ignorancia de Cristo!”.
Por ello, toda liturgia en la Iglesia está colmada de Escritura. Tomemos la misa dominical como ejemplo. Primero hay trozos significativos de la Escritura que se leen en voz alta, así como vemos en Nehemías 8 o en Lucas 4 cuando Jesús sirve de lector en la sinagoga de Nazareth.
Tampoco olvidemos las oraciones y aclamaciones durante la Misa que hacen referencia directa a las Escrituras, como el Santo Santo (una combinación de Isaías 6 y el Salmo 118:6), el Padre Nuestro (Mateo 6:9) y el Gloria (Lucas 2:14). Irónicamente, algunas iglesias que se hacen llamar bíblicas y que acusan a los católicos de ser no-bíblicos, no leen la escritura en voz alta durante sus servicios religiosos.
Entonces, ¿debemos conformarnos con escuchar la Escritura solo los domingos? Para nada. La Escritura, de acuerdo con el Concilio Vaticano Segundo (Dei Verbum 21), es “alimento del alma”. Y ¿quién come solo una vez a la semana? Para sobrevivir y prosperar, necesitamos sustento diario. Se puede tener una dieta diaria de Escritura asistiendo a Misa diariamente, participando en la liturgia de las horas con sus lecturas y salmos diarios, o leyendo la Escritura en oración personal diaria. De hecho, las tres opciones conforman una combinación invencible.
Frecuentemente, cuando la gente comienza a leer la Biblia, rápidamente se mete en problemas – usualmente en el primer capítulo de Levítico.
Si, algunas veces es difícil saber dónde comenzar, como hacer sentido de todo e interpretar correctamente algunos pasajes, palabras y nombres que son algo oscuros. Mi padre, que intentó leer toda la Biblia cuando tenía 63 años. Cuando llegó al libro de Malaquías, pensó que era un profeta italiano y se alegró.
Hay muchos estudios bíblicos católicos muy buenos en libros, grabaciones, videos e internet. Algunos incluyen extensos comentarios de cada libro. Otros presentan un resumen general de la historia de la salvación para que uno pueda hacer encajar cada libro, cada personaje y cada tema en la historia que Dios tiene con su pueblo. La mayoría están convenientemente diseñados para que la gente ocupada, sin experiencia en la Biblia, pueda sacarles mucho provecho sin comprometerse a estudiar mucho tiempo.
Muchos hemos pasado 16 años o más de nuestras vidas preparándonos para nuestra carrera secular, luego nos inscribimos en cursos adicionales durante la noche y los fines de semana. En cambio, ¿cuánto tiempo hemos invertido en nuestra educación de la Palabra de Dios, esencial para nuestra carrera celestial?
Estudiar la biblia tiene un propósito. Orando con la Escritura estaremos mejor capacitados para escuchar lo que Dios nos dice hoy y ahora. Los escritores de la Sagrada Escritura fueron inspirados por el Espíritu Santo. Sin embargo, también es cierto que las Escrituras mismas son inspiradas. El Espíritu Santo ha sido “insuflado en ellas” y reside en sus palabras como en un templo. Cuando nos acercamos a las escrituras con una actitud de oración, ayudados por el mismo Espíritu que habita en ellas, leerlas se convierte en una experiencia que llena del Espíritu de Dios y nos transforma.
Algunas veces, las Escrituras son inspiradoras. Como cuando 1 Corintios 12 nos dice que sin importar que tan insignificantes nos sintamos, cada uno tenemos un papel esencial que jugar como miembros del Cuerpo de Cristo.
Sin embargo, otras veces la Escritura se convierte en un espejo puesto frente a nuestro rostro y no nos gusta lo que vemos reflejado. En Nehemías 8, la gente lloró al escuchar que se leía la Escritura, puesto que les hizo darse cuenta de su pecado. La Escritura es verdadera y algunas veces la verdad duele. Sin embargo, también es antiséptico para las heridas. La Escritura nos desafía para sanarnos y nos llama a crecer. Si no duele, no hay ganancia.
Esta publicación es una reflexión sobre las lecturas del tercer domingo del tiempo ordinario, ciclo C (Nehemías 8:2-10, Salmo 19, 1 Corintios 12:12-30 o 14:27, Lucas 1:1-4; 4:14-21)
Traducción al Español por Miguel Carranza
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