Domingo Gaudete – El Gozo del Adviento y Juan Bautista
Comúnmente se piensa en Juan Bautista como una figura seria y rígida. Pero de hecho, ¡él podría ser el santo patrono del gozo! Probablemente por eso e...
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La Transfiguración de Jesús en la cima del monte Tabor, recordada el 6 de agosto de cada año, es uno de los eventos cruciales del ministerio público de nuestro Señor. El velo que cubría la humanidad del Carpintero es retirado por un momento para revelarnos su naturaleza divina. Esta repentina manifestación de la divinidad de Cristo nos habla del papel que juegan las experiencias en lo alto – recordarnos que las cosas no siempre son como parecen y que debemos caminar por fe y no por los sentidos.
Uno de los nombres para Dios en la Biblia es “El Shaddai“, o “Dios de las Montañas”. Desde el principio de la historia de la salvación vemos que las montañas han sido lugares especiales para comunicarse con el Cielo. Abraham asciende al monte Moriá para sacrificar a su hijo (Génesis 22). Dios revela su nombre a Moisés en el monte Sinaí (Éxodo 3). Moisés después recibe los 10 Mandamientos en ese mismo lugar (Éxodo 31: 18). Elías vuelve a esa misma montaña, también conocida como Horeb, para escuchar lo que la voz de suave y apacible de Dios tenía que decir (1 Reyes 19:8).
Así que no es de sorprenderse que Jesús llevé consigo a sus “pilares” (Gálatas 2:9) hasta lo alto de la montaña para experimentar un momento Comunión con el Altísimo.
Este es el evento que conmemora la Iglesia el 6 de agosto de cada año. El Evangelio del día nos relata la historia. Según la tradición, el monte Tabor es el lugar. Elevándose en la planicie de Jezreel, su cumbre tiene una vista espectacular de toda Galilea. Sin embargo, lo que Jesús quiere que Pedro, Santiago y Juan vean no es el campo. Él quiere darles un vistazo de quien él realmente es.
Jesús es un carpintero de Nazaret. Seguramente se parecía mucho a cualquier otro artesano judío de esa época y lugar. Al menos a simple vista. Pero la apariencia exterior de una humanidad ordinaria era sólo un velo que cubría algo extraordinario – Su Gloriosa Divinidad. Así que en el Monte Tabor Dios retira ese velo. Moisés y Elías aparecen. Estos antiguos héroes habían sido retirados de este mundo hace mucho tiempo para ser llevados ante la presencia de Dios. Así que, ¿qué nos revela sobre la identidad de Jesús el hecho de que aparecieran a su derecha y a su izquierda?
Las vestiduras de Jesús de repente se volvieron “resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo,” según San Marcos. La primera lectura enfatiza la importancia de este acontecimiento. En una visión Daniel observa al “Anciano”. ¿Cómo aparece? Con vestiduras que son blancas como la nieve. Luego, uno como “Hijo de Hombre” viene desde las nubes del cielo a recibir el poder, el honor y el reino de manos del Anciano.
Sobre el Monte Tabor una nube luminosa cubrió con su sombra a Jesús y una voz desde la nube proclama que este Hijo de Hombre es el Hijo Amado
Lo que observamos aquí es una “teofanía”, una manifestación de Dios. Principalmente es una revelación de la divinidad de Cristo. Lo que el Credo dice sobre él pudiera verse como un comentario sobre este episodio: “Dios de Dios luz de luz dios verdadero de dios verdadero”. Pero también es una manifestación de toda la Trinidad. La nube que cubre a los apóstoles es la misma que cubrió a María. Es la nube gloriosa del Espíritu Santo de donde resuena la voz del Padre. Padre, Hijo y Espíritu Santo un solo Dios en tres personas, prefigurado en la visión de Daniel y revelado en la Transfiguración
De pronto, después de una breve postración, ellos se levantan y sólo ven a Jesús, viéndose como siempre se lo han visto. El velo ha sido puesto nuevamente.
Los cinco sentidos son dones maravillosos de Dios. Sin embargo, son limitados. A menudo cometemos el error de pensar que la realidad no es más que lo que nuestros sentidos perciben. Así que Dios ocasionalmente no regala experiencias en lo alto, vistazos a realidades que nuestros sentidos normalmente no perciben.
Jesús siempre es divino sin importar su apariencia humana cotidiana. Jesús siempre es acompañado por Santos y ángeles, aun cuando pareciera estar solo. Fue toda la Trinidad la que devolvió la vista al ciego de nacimiento, aunque la mano de Jesús la que tocó los ojos del hombre.
Aunque es más fácil olvidarnos de estas cosas y vivir de acuerdo a lo que todos podemos ver, la fe es recordar estos momentos de revelación y construir nuestra vida alrededor de ellos.
Esta publicación expone la experiencia que los discípulo tuvieron en las alturas con Moisés y Elijas en el Monte Tabor, cuando la Gloria de la divinidad de Cristo fue revelada. Nos muestra como la fe trae conocimiento que nuestros sentidos no pueden proveer. Se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para la Fiesta de la Transfiguración, ciclos litúrgicos A,B y C(Daniel 7:9-10, 13-14; Salmo 97; 2 Pedro 1:16-19; Marcos 9:2-10 o Mateo 17:1-9 o Lucas 9:28-36).
Traducción al español por Miguel Carranza
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