Domingo Gaudete – El Gozo del Adviento y Juan Bautista
Comúnmente se piensa en Juan Bautista como una figura seria y rígida. Pero de hecho, ¡él podría ser el santo patrono del gozo! Probablemente por eso e...
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Una reflexión sobre la Solemnidad de Todos los fieles difuntos, celebrada el 2 de Noviembre, sobre el misterio dela muerte y el más allá que incluye el cielo, el infierno y el purgatorio y la validez de orar por los difuntos.
Nunca olvidaré aquel sombrío día de enero en que falleció mi padre. Era muy difícil creer en la resurrección mientras observaba como se llevaban el cuerpo de mi padre en una bolsa.
Imagina esta escena. Eres un bebé que aún no ha nacido, viviendo cómodamente en un cuarto acogedor con tu hermano gemelo. Repentinamente, ambos experimentan una tremenda presión y tu gemelo es sacado forzosamente a través de un estrecho conducto dejándote solo en la oscuridad.
Ahora imaginémoslo desde el punto de vista del pequeño que acaba de pasar a través del “cuello de botella” del vientre. Debe aprender a respirar el aire del nuevo mundo. Sus ojos ahora deben ajustarse a la luz y su piel a temperaturas más frías.
¿Y si hubiera nacido prematuramente? ¿Y si su cuerpo no estuviera listo para este nuevo y desafiante ambiente? ¿Y si hubiera salido del vientre con una grave infección? ¿No tendría que quedarse en una incubadora del hospital mientras la infección sana y tenga suficientes fuerzas para soportar los desafíos de la vida en este planeta?
Los primeros dos días de Noviembre, mientras anochece en el hemisferio norte y el hielo viste de café la vegetación, la Iglesia nos lleva a confrontar el misterio de la muerte.
Estos días nos recuerdan que el amor es más fuerte que la muerte, que la muerte de Cristo significa que nuestros seres queridos que murieron creyendo en Él están vivos. Sus pulmones ahora respiran el tonificante aire del cielo y sus ojos observan detenidamente la gloria de Dios. En este caso, ellos nos ayudan a través de sus oraciones.
Sin embargo, también podrían estar entre aquellos cuyos pulmones no están listos para respirar, cuyos ojos no están listo para observar la radiante visión beatifica, y cuyos cuerpos tienen una infección que necesita erradicada. En este caso, nosotros debemos ayudarles a ellos con nuestras oraciones. Nuestra intercesión puede apresurar la purificación y la preparación necesaria para que gocen plenamente de su herencia.
La Iglesia Católica siempre ha sido reservada en su enseñanza sobre el misterio de la vida después de la muerte, incluyendo el misterio del purgatorio. Esto es lo que sabemos: La muerte y resurrección de Cristo ganó para nosotros la vida eterna. Sin embargo, cada uno debe apropiarse personalmente del fruto de Su labor redentora. Cada persona debe darle el “si” a Cristo y ceder ante el librante poder de su gracia que progresivamente rompe el poder del pecado y sana las heridas de nuestros pecados. Todos estamos llamados a participar activamente de este proceso y renunciar a todo pecado, grande o pequeño. Dios, a través de su Iglesia, nos provee de todas las gracias para facilitar esta purificación y sanación.
¿Qué sucede con las personas que dan un “si” fundamental a Cristo, pero siguen arrastrando algunos “pequeños” pecados, manteniendo ataduras con el mal al que supuestamente han renunciado? Después de la muerte, el purgatorio es el proceso que rompe estas ataduras, el cordón umbilical que nos une al viejo mundo, para que las personas puedan ser libres y entrar a la vida eternal. Es el hospital donde se elimina la infección del pecado. Es la incubadora donde se prepara el corazón, los pulmones y la visión para una vida superior.
El purgatorio no es un infierno temporal. La iglesia no enseña que haya fuego en el purgatorio (de todos modos, ¿cómo podría el fuego lastimar a los espíritus?) o que la gente pase cierto número de años o meses ahí (¿cómo podríamos medir el tiempo después de la muerte?) o que todos, excepto los grandes santos, deben pasar por ahí después de morir (¡todos los medios para purificarnos se nos dan aquí, en esta vida!)
No podemos estar seguros de donde están nuestros seres queridos que han muerto, a menos que sean santos canonizados. Debido a esta duda, rezamos por ellos. Si necesitan nuestra ayuda, este acto de caridad puede tener gran impacto en ellos. Si no, este acto aun tiene gran impacto en nosotros, ejercitando nuestros músculos de “amor” para que estemos listos para entrar directamente en el banquete nupcial del cordero, cuando inevitablemente llegue nuestra hora.
Esta publicación sobre la vida después de la muerte, el purgatorio y las oraciones por los difuntos se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para la solemnidad o la Fiesta de Todos los fieles Difuntos, celebrada el 2 de noviembre (Sabiduría 3:1-9; Salmo 23, Romanos 5:5-11; Mateo 5:1-12, y todas las lecturas opcionales disponibles). ¿Por qué orar por los difuntos? Porque puede ayudarles y ciertamente ayudarnos a nosotros.
Traducción al español por Miguel Carranza
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