Puerta Angosta a la Iglesia Universal
El llamado de Jesús a entrar por la puerta angosta o estrecha parece contradecir la noción de que Dios quiere que todos se salven, que la Iglesia Univ...
El llamado de Jesús a entrar por la puerta angosta o estrecha parece contradecir la noción de que Dios quiere que todos se salven, que la Iglesia Univ...
Los profetas del Antiguo y Nuevo Testamento nos enseñan que algunas veces el amor exige que digamos la verdad que la gente no quiere escuchar. Jeremía...
Este artículo también está disponible en: Inglés
Orígenes nos muestra aquí como el Viernes Santo es el eterno Día de la Expiación que estaba prefigurado por el Yom Kippur mencionado en el libro de Levítico. Jesucristo es el verdadero Sumo Sacerdote y el verdadero sacrificio cuya muerte quita el pecado de una vez por todas. Algo interesante sobre esta lectura es que nos dice como surgió la costumbre cristiana de orar viendo hacia el Oriente. Esta costumbre era tan generalizada que una vez se legalizó el cristianismo, las iglesias a menudo eran construidas viendo hacia el oriente
Una vez al año, el Sumo Sacerdote, dejando a la gente afuera, ingresaba en el lugar donde nadie excepto él podía entrar. Adentro se encontraba el propiciatorio y sobre el propiciatorio los querubines, así como también el arca de la alianza y el altar de incienso.
Enfoquémonos por un momento en el verdadero sumo sacerdote, el señor Jesucristo. Bajo nuestra naturaleza humana, Jesús pasó todo el año acompañando al pueblo. A esto se refería cuando dijo: Él me envió para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar el año de gracia del Señor y el día del perdón. Observemos que una vez en ese año, en el Día de la Expiación, Él entró al Santo de los Santos. Habiendo cumplido el plan de Dios, atravesó los cielos y entró en la presencia del Padre para que mostrará misericordia a la raza humana y para orar por todos los que creen en él.
El apóstol Juan, conociendo de la expiación que Cristo hace al Padre por todos los hombres, dice lo siguiente: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero»(1 Juan 2:1-2). Por lo tanto tenemos un día de expiación que permanece hasta el fin del mundo. La palabra de Dios nos dice:” «El Sumo Sacerdote pondrá el incienso sobre el fuego, delante de Yahveh, para que la nube del incienso envuelva el propiciatorio que está encima del Testimonio y él no muera. Tomando luego la sangre del novillo, rociará con su dedo el lado oriental del propiciatorio» (Levítico 16)
Dios enseñó al pueblo de la Antigua Alianza cómo celebrar el ritual para expiar los pecados de los hombres. Pero ahora, ha llegado Cristo, el verdadero Sumo Sacerdote. A través de su sangre ha hecho que Dios se vuelva hacia ti con misericordia y te ha reconciliado con el Padre. No pienses que está es sangre como cualquier otra, debes aprender a reconocer la sangre del Verbo. Escúchalo cuando te dice: “Esta es mi sangre que será derramada para el perdón de los pecados” (Mateo 26:28)
Existe un significado más profundo en el hecho de que el sumo sacerdote rocíe la sangre hacia el Oriente. El perdón viene hacia ti desde el Oriente, desde el Oriente surge aquel quien es llamado «Sol que nace de lo alto», aquel qué es el mediador entre Dios y los hombres. Tú estás invitado a ver siempre hacia el Oriente: es ahí donde el sol de la rectitud surge para ti, es ahí donde la luz siempre resurge para ti. Nunca caminarás en la oscuridad; el grandioso día final no te envolverá en tinieblas. No dejes que la noche y las tinieblas de la ignorancia caigan sobre ti. Para que puedas disfrutar la luz del conocimiento, sigue siempre a la luz de la fe, mantente siempre fiel a la luz del amor y la paz.
Este artículo sobre el Viernes Santo como el verdadero sacrificio de sangre que quita todo pecado surge de las Homilías de Orígenes sobre el libro de Levítico (Homilía 9:5 y 10). Aparece en el Oficio de la Lectura Romano para el lunes de la cuarta Semana de Cuaresma junto con Levítico 16:2-28 que trata sobre el día de la Expiación.
Traducción al español por Miguel Carranza.
Origen, born into a Christian family from Alexandria Egypt around 185AD, was only a teenager when he witnessed his father, Leonidas, dragged from his home by Roman soldiers and ultimately martyred. He was inspired by his father’s heroic example to dedicate himself to a strict life of prayer, fasting and study. The bishop of Alexandria, Demetrius, recognized the talent and holiness of this young man and named him head of the catechetical school of this great center of early Christianity. Origen ultimately became one of the greatest Scripture scholars and preachers of the early Church. Though he began his teaching ministry as a lay catechist, Origen was ultimately ordained a priest and wrote commentaries and homilies that influenced subsequent Early Church Fathers from both East and West. Though he did not receive the grace of martyrdom, Origen was imprisoned and brutally tortured for his faith during the persecution that took place under the emperor Decius. Weakened by his ordeal, he died a few years later in 254 AD.
Though several of Origen’s teachings were condemned after his death by Church authorities, it must be remembered that his erroneous opinions were expressed in matters that had not yet been defined by official Church teaching. In his lifetime, Origen was always a loyal son of the Church whose correct opinions far outnumbered his errors. Origen’s writings were profuse indeed, though only a limited number survive. He wrote commentaries on almost every book of the Bible, with his treatise on Song of Songs, Romans, and many homilies on the Pentateuch (the first five books of the Old Testament) surviving either intact or in large portions. He was the author of one of the earliest attempts at textual criticism of the Old Testament, the Hexapla, and was responsible for the first attempt at systematic theology in his famous De Principiis (On First Principles). His two works of spiritual theology, Exhortation to Martyrdom and On Prayer were widely read in the Early Church and are still read today, with many excerpts used in the Roman Office of Readings.
No Comments