De discípulos a apóstoles – el apostolado laico y la misión de la Iglesia

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El cristianismo se centra en el regalo de la salvación. Sin embargo, también se trata de compartir este regalo con otros. ¿Acaso no se necesita un título académico o un entrenamiento exhaustivo para esto? Dios no llama a los preparados, si no que prepara a los llamados. Rápidamente pasamos de ser discípulos a ser apóstoles y profetas, para compartir la misión de la Iglesia y el apostolado laico.

A todos nos gustan los regalos. Los comerciantes saben que obtendrán mejores resultados en
una campaña publicitaria si ofrecen un regalo o muestras gratis con cada compra. Un amigo incluso vivía bajo la siguiente premisa “Si es gratis, toma dos”.

Regalos

Sin embargo, cuando nos hacen un favor, a menudo sospechamos que viene con alguna trampa. El que obsequia el regalo generalmente espera algo a cambio.

En la segunda lectura de este domingo, San Pablo nos dice que Dios es el más generoso de todos los dadores. Su generosidad es inconmensurable e ilimitada. No solo nos descuenta un porcentaje de nuestra compra o nos da una baratija para inducir las ventas, no solo nos perdona algunos pecados y deja que nos encarguemos del resto. El cancela totalmente la deuda, paga la factura y como bono adicional nos da el entendimiento supernatural para comprender el plan cósmico que mueve al universo entero, el “misterio” que sostiene la historia. Nos da la vida eterna como regalo y como pago inicial de esta herencia nos da el poder de Su Espíritu que habita en nosotros.

Discípulos primero, luego apóstoles

Por supuesto que El espera algo a cambio. Somos colmados de regalos para que a cambio nosotros mismos nos convirtamos en dadores. Ciertamente le debemos amor y adoración al Dador, pero este no es su principal interés. Después de todo Él es Dios, perfecto en sí mismo, y no necesita nada. Sin embargo, se preocupa por las necesidades de nuestro prójimo. Somos llamados a dar gratis, lo que hemos recibido gratis.

Es por ello que el profeta Amós, un simple pastor y cultivador de higos, no solo recibe la palabra de Dios, sino que también es llamado a dejar su hogar en Judea para traer un mensaje al santuario real en Betel. Por esta misma razón, también los pescadores y los recolectores de impuestos son los primeros en ser llamados discípulos, los que reciben y aprenden del maestro, y luego son llamados “apóstoles”, que quiere decir “enviado” a esparcir la enseñanza.

Es curioso que cuando los profetas y los apóstoles traen los dones de Dios al pueblo, no todos están emocionados al respecto. El capellán del Rey le dijo a Amós que se regresara a su casa. Jesús preparó a los apóstoles para el rechazo que la gente haría al mensaje en algunos lugares, diciéndoles que se sacudieran el polvo de estos pueblos de sus pies y siguieran adelante.

El apostolado laico y la misión de la iglesia

Sin embargo, la predicación de estas Escrituras no está restringida simplemente al clero o a los misioneros extranjeros. Ciertamente los obispos de la Iglesia Católica son los sucesores oficiales de los apóstoles y en última instancia cargan con la responsabilidad de la misión que tiene la Iglesia de ir a todas las naciones. Sin embargo, no es su trabajo hacerlo todo, si no “supervisar” (obispo significa “supervisor” en griego) y dirigirlo todo.

La Iglesia enseña que toda persona bautizada y confirmada recibe el mandato de Cristo de compartir en su misión profética.

Llamados a ser profetas

Profeta literalmente significa “vocero”. Aunque la mayoría de nosotros nunca será llama a proferir oráculos que predigan el futuro, todos estamos llamados a transmitir su mensaje. Un mensaje que algunas veces desafía a las personas y otras veces les trae consuelo. Aunque muchos de nosotros no estemos llamados a compartir el ministerio apostólico a través del sacramento del Orden Sacerdotal, si somos llamados al “apostolado laico”. De acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia, hemos sido ampliamente equipados con los dones espirituales necesarios para llevar a cabo esta misión, revestidos de “toda bendición espiritual en los cielos” (Efesios 1:3)

Por supuesto que debemos desarrollar estos dones y perfeccionar nuestras habilidades apostólicas. Necesitamos educación y formación. Pero ni Amós ni los apóstoles estaban pulidos a la perfección antes de ser enviados. Si esperamos a saberlo todo, nunca compartiremos el mensaje. Llega un momento en nuestra vida en que debemos tomar el concejo de Nike y “Simplemente hacerlo”.

Esta publicación se centra en la misión de la Iglesia y el apostolado de los laicos. Estamos llamados a ser discípulos, apóstoles y profetas. Sirve como una reflexión sobre las lecturas para el Quinceavo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo Litúrgico B (Amos 7:12-15; Salmo 85; Efesios 1:3-14; Marcos 6:7-13).

Traducción al español por Miguel Carranza.


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