CAMINANDO SOBRE EL AGUA – TEMOR, FE Y PRUEBAS

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En el evangelio, la historia sobre Jesús caminando sobre el agua y Pedro hundiéndose tiene mucho que enseñarnos sobre la diferencia entre el miedo, la poca fe y el tipo de confianza que soporta las olas y la tormenta, las pruebas y las crisis.

Una de las historias más famosas del Nuevo Testamento es la de Jesús caminando sobre las aguas. Es una de esas historias que nunca nos cansamos de escuchar.

Jesús caminando sobre el agua

Los apóstoles estaban preocupados, aun cuando varios de ellos habían pasado casi toda su vida en un bote. Y al ver a un fantasma caminando hacia ellos sobre las olas verdaderamente se asustaron. Luego la figura habla y ellos reconocen su voz – ¡Es el Señor!

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¿Recuerdas el viejo adagio, “solo los tontos corren donde los ángeles pisan con cautela”? Pues bien, esto es lo dice Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas”. El Señor le toma la palabra y lo llama: “¡Ven!”. Pedro comienza a caminar. Sus primeros pasos van bien, así que se emociona.

Viento y Olas

Pero algo curioso ocurre. Cuando el Señor llamó a Pedro, pasó por alto calmar el viento y las olas. Y Pedro, alejado de la seguridad del bote y de la compañía de sus amigos es sacudido por el fuerte viento y las olas, y es dominado por el miedo. Comienza a hundirse. Recordando que Jesús no está muy lejos, con razón exclama: “¡Señor, sálvame!”

El Señor, lo sacó del agua y gentilmente le reprende.

Jesús no dice que Pedro no tenga fe. Después de todo, tuvo más fe que los otros once – al menos se bajó del bote. Jesús le dice: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”

Las pruebas y la tormenta de la vida

Nos encanta esta historia porque fácilmente nos vemos reflejados en ella. En muchos momentos de piadoso entusiasmo rendimos nuestras vidas, nuestra voluntad y nuestro futuro a Dios. “Señor, solo dime lo que quieres que haga y yo obedeceré”.

Y luego, Él nos sorprende tomándonos la palabra. Respondemos sin vacilar. Puede ser el llamado al sacramento del matrimonio, que implica fidelidad de por vida y estar generosamente abierto a tener los hijos que Él nos dé. Puede ser el llamado al sacerdocio, que conlleva vivir célibes y ser obedientes a un superior. O podría ser una carrera universitaria o prestar servicio militar.

A menudo nos embarcamos en viajes entre fanfarrias y felicitaciones. Luego, caemos en la dura realidad de nuestra rutina y los peligros inesperados del camino: Problemas de salud de nuestros hijos, problemas laborales, adolescentes rebeldes que rechazan nuestros valores, incluyendo nuestra fe.

Si somos honestos, en esas circunstancias, la mayoría de nosotros sentimos las mariposas revolotear en nuestros estómagos.

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Fe Madura

¿Acaso la confianza implica inmunidad contra los temores y el desanimo? No. El mismo Jesús experimentó angustia y temor en el huerto de Getsemaní. Sin embargo, notemos que eso no le detuvo. No dudó ni titubeó como Pedro o como nosotros lo hacemos a menudo.

“Poca” fe quiere decir fe “inmadura”. Para que la fe madure, debe ser templada con valor, también conocido como fortaleza. El valor solo se manifiesta frente al peligro. Si no hay peligro, si no hay amenazas, si no hay pruebas, entonces el valor no puede ser demostrado. Tener una fe madura significa creer mas en lo que no se puede ver que en las cosas aterradoras que se pueden ver. Significa fijar la mirada en el amo del viento y de las olas aun cuando sentimos el rostro salpicado.

¡No tengan miedo!

La frase que más se repite en los evangelios es “¡No tengan miedo!”. El Señor no está hablándole a nuestras emociones, pues que no se puede mandar a las emociones. Debemos tomar la decisión consciente de no permitir que el temor nos paralice.

Pedro se hundió porque dejó de caminar. Fe significa caminar aun cuando nuestras rodillas tiemblan.

Esta publicación sobre Jesús y Pedro caminando sobre el agua explora la orden de nuestro Señor «No tengan miedo» y nos enseña mucho sobre el miedo, las pruebas y la fe madura. Se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el Décimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo Litúrgico A (1 Reyes 19:9, 11-13, Salmo 85, Romanos 9:1-5; Mateo 14:22-33)

Traducción al Español por Miguel Carranza

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