El Jóven Rico y el Rey Salomón
Tanto el joven rico del evangelio de Marcos como Salomón tuvieron que tomar una decisión muy difícil. ¿Qué desea tu corazón? ¿Riqueza, aventura, sabid...
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La Fiesta de Cristo Rey nos recuerda que Jesús juzgará a vivos y muertos. Mateo 25 nos indica que alguna gente decente y piadosa se llevará una sorpresa…los pecados de omisión, la incapacidad de amar, puede destacar más de lo que pensamos en el juicio final.
El último domingo del año litúrgico es tiempo de recordar algunas cosas que a veces preferiríamos olvidar.
Para empezar, recordemos que hay una diferencia cualitativa infinita entre nosotros y Dios. Él es inmortal e infinito. Nosotros no. Cada uno de nosotros tendrá un final, también nuestra sociedad, nuestro mundo e incluso el universo.
Otra cosa que debemos recordar este día es que aunque Dios Hijo vino la primera vez de forma humilde y en secreta, un día regresará de manera pública y gloriosa. Si, Él es el Cordero de Dios, pero también es el León de Judá. Él quitará el pecado de todos aquellos que se lo permitan, pero también sacará a la luz todas aquellas cosas escondidas en la oscuridad y hará que todos tomen responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Eso es lo que hace cualquier juez. Y como dice el credo, Él vendrá en gloria para juzgar a vivos y muertos.
¿Pero cómo será el Juicio Final? ¿Bajo qué criterios seremos juzgados?
Solo un pasaje en el Evangelio nos da un vistazo previo de cómo será el día del Juicio Final: Mateo 25:31-46. Primero, observemos que todas las parábolas de Jesús tienen una nota coloquial al final. Siempre está alterando las nociones preconcebidas de casi todos, especialmente de los más religiosos del grupo, ya sean sus discípulos o los fariseos.
Todos esperamos que el juez condene la maldad e imponga una sentencia al culpable. Cuando pensamos en maldad, tendemos a pensar en infracciones a los derechos de los demás, tomando sus posesiones y tal vez hasta tomando sus vidas. El lenguaje que utiliza el mismo Padre Nuestro se presta a esta interpretación del pecado cuando dice “perdona nuestras ofensas”.
Este entendimiento del pecado es incompleto y hasta superficial. Muchas personas creen que siempre y cuando no mientan, no hagan trampa, no roben y no se metan con los demás, Dios les dará una gran recompensa.
La historia del Juicio Final trata sobre estas personas “decentes”. Imaginemos su sorpresa cuando se acerquen arrogantemente al estrado del tribunal esperando elogios y lugar de eso sean enviados al castigo eterno.
¿Por qué? Porque no hicieron el bien que exige el amor al prójimo. No “cometieron” ninguna ofensa, ni infracciones a la ley, ni hicieron nada destructivo. Es solo que no hicieron nada cuando estuvieron en presencia del sufrimiento. Su pecado no fue de “comisión” si no de “omisión”. Estos pecados de “omisión” son los que finalmente sellan el destino de los condenados.
Hay muchos mandamientos expresados en forma negativa y que comienzan con “No…”. Pero los mandamientos más importantes son los expresados en positivo. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza y amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Estos mandamientos requieren una disposición interior que resulta en acciones concretas. Si tienes hambre, vas a la nevera. Si verdaderamente amas a tu vecino y él está hambriento, no solo rezas por él y le ofreces tu solidaridad (Santiago 2:15-17). Amar a Dios con todo tu corazón no significa hacerle una reverencia con respecto y seguir por nuestro camino. Amar a Dios con todo nuestro corazón significa salirnos de nuestro camino y tratar apasionadamente de servirle en todo lo que hacemos.
En esta escena del Juicio Final vemos como estos dos mandamientos, estos dos amores, son realmente uno solo. Jesús nos deja claro que amar a Dios con todo el corazón se expresa amando al prójimo como a nosotros mismos. Y cuando amas al prójimo de esta manera, verdaderamente estás amando al Hijo de Dios.
Así que ultimadamente el Juicio es sencillo: lo principal es el amor. Y en este caso el juez es el Rey de Corazones.
Esto fue publicado como una reflexión sobre las lecturas para el Trigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario, la Fiesta de Cristo Rey, Ciclo Litúrgico A (Ezequiel 34:11-17; Salmo 23; 1 Corintios 15:20-28; Mateo 25:31-46).
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