Adviento, época de esperanza
El Adviento es una época de gozo y esperanza. San Pablo nos llama a regocijarnos en la esperanza. ¿Pero que es la esperanza? ¿Cómo se diferencia de la...
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Hay un precio que pagar por el discipulado – Jesús algunas veces nos llama a dejar nuestra profesión, nuestros amigos e incluso nuestra familia. ¿Acaso esto significa que el trabajo y las relaciones humanas riñen con el crecimiento en nuestra relación con Dios? El concepto del desprendimiento puedo ayudarnos a entender este problema.
Pedro y Andrés eran hombres de negocios. Sus vecinos, Juan y Santiago también. Se ganaban la vida con lo que sacaban del Mar de Galilea y probablemente esa actividad requería todo su tiempo y energía.
Hubiera sido fácil pasar por alto la oportunidad de escuchar al nuevo profeta anunciar que el Reino de Dios finalmente había llegado. Luego de escuchar este mensaje probablemente bromearon sobre cómo este nuevo Reino debería poner más peces en el lago. O simplemente podrían haberse excusado diciendo que todo esto era muy interesante pero ir tras este rabino errante de Nazaret no era apropiado para hombres solteros sin bocas que alimentar.
Pero no fue así. Cuando Jesús los invitó a aprender a atrapar hombres en vez de peces ellos soltaron sus redes, abandonaron su negocio y se pusieron en camino.
¿Acaso hay algo de malo en tener una familia? ¿Es malo tener un negocio? ¿Acaso estas actividades seculares no son apropiadas para un discípulo de Jesús?
De ninguna manera. La Iglesia enseña que debemos servir al Señor y crecer en santidad a través de cualquier actividad honesta, ya sea que estemos casados o solteros. Pero San Pablo también nos dice que los cristianos involucrados en actividades seculares deben desprenderse internamente de ellas: “Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen…Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen” (1 Cor.7:29-31).
Esto también aclara lo que Jesús quiso decir con sus duras palabras: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí , no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hijas más que a mí, no es digno de mi” (Mateo, 10:37). Si hay un precio que pagar por el discipulado. Una relación íntima con Dios en Jesucristo es un regalo de gracia pura. Sin embargo, la gracia, como nos recuerda el pastor Dietrich Bonhoeffer, no es barata.
La palabra “secular” significa “de este mundo”. Ciertamente, Dios ama este mundo. Después de todo, El lo creó. Pero cuando nuestra humanidad pecadora se aferra a las cosas de este mundo pasajero, no las quiere dejar ir. Nuestra humanidad queda tan en envuelta en estas actividades pasajeras que descuida lo que dura para siempre, a saber el Reino de Dios.
En Jesús, el Reino ha llegado al planeta tierra. Necesitamos re-formular nuestras vidas, lo cual no quiere decir solo arrepentirnos del pecado, sino estructurar nuestras vidas totalmente alrededor del Reino y sus prioridades. Las prioridades del Reino pueden dictar que muchos entren en el sacramento del matrimonio para alzarse como heraldos del reino y líderes del pueblo de Dios. Cristo puede llamar a otros a involucrase en los negocios para proveer financieramente a la obra de Dios e infundirle valores cristianos al mercado.
Este desprendimiento no quiere decir que no debamos disfrutar nuestras actividades seculares y realizarlas con energía y entusiasmo. Simplemente significa que nuestras actividades diarias deben ser colocadas en un altar y ser ofrecidas a Dios como sacrificio vivo. Siempre debemos estar dispuestos a abandonar nuestras actividades en el momento que Jesús te llame a hacerlo. Llegaran momentos cruciales para probarnos qué tan serios somos acerca de vivir para Dios en lugar de vivir para los deportes, para nuestra carrera o aun para nuestra familia. Si, para nuestra familia. Hay momentos en que nuestro deber como soldados nos llama a dejar nuestra familia.
Lo mismo ocurre a los que buscan ganar el sustento para su familia – mi bisabuelo dejo atrás su familia en Italia hace muchos años mientras preparaba un mejor lugar para ellos en los Estados Unidos. ¿Entonces, por qué habríamos de sorprendernos cuando algunos son llamados a dejar sus familias a causa del Reino de Dios?
Pueda que no estemos llamados literalmente a abandonar nuestras familias y caminar por los polvosos senderos de Israel. Pero pueda que llegue el momento en que escuchemos la invitación a renunciar a una beca, a un ascenso laboral, o a un romance a causa del Reino de Dios.
A medida que el evangelio se desenvuelve, nos damos cuenta que los apóstoles tuvieron más de un tropiezo. Sin embargo, debemos admitir que cuando recibieron la llamada inicial, sin importar lo difícil que fuera, no pusieron excusas.
¿Puede decirse lo mismo de nosotros?
Esta publicación sobre el desprendimiento y el costo del discipulado se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el tercer domingo del tiempo ordinario, Ciclo (Jonás 3:1-5,10; Salmo 25, 1 Cor.7:29-31; Marcos 1:14-20). También es una reflexión sobre las lecturas para el treceavo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A (2 Reyes 4: 8-11, 14-16a; Salmo 89; Romanos 6:3-4, 8-11; Mateo 10:37-42).
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