Fe como una semilla de mostaza

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Jesús nos llama a tener fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza. Constantemente se dirige a sus discípulos para darle esta orden: ¡No tengan miedo! San Francisco de Asís nos demuestra como dejar atrás el miedo y crecer en la fe.

Todos sentimos admiración por los grandes héroes de la fe como San Francisco de Asís, cuya fiesta se celebra el 4 de Octubre. Nada lo detuvo en su búsqueda por la Gloria de Dios.

San Francisco y la Fe

Cuando fue capturado  por los sarracenos durante las Cruzadas, San Francisco desafío a los imames a un duelo para probar cual era la verdadera religión. “Enciendan una hoguera”, dijo San Francisco al Sultán, “y que sus imames entren al fuego conmigo. El Dios de quien pase por las llamas sin quemarse, ese es el verdadero Dios”. El Sultán pensó que era una buena idea. Sus imames no pensaban lo mismo. Sin embargo, El Sultán fue tan conmovido por la fe de San Francisco, que desde ese momento permitió le permitió a él y a sus frailes viajar libremente por los territorios Musulmanes.

La fe como semilla de mostaza

¿Qué hay de nosotros? Nosotros nos identificamos mas con la petición de los apóstoles en el evangelio de este domingo “Señor, auméntanos la fe” (Lucas 17:5)

Esperaríamos que el Señor sosegara a sus discípulos cuando hicieron esta petición: “Tranquilos, tranquilos. No sean tan duros con ustedes mismos. ¡Tener fe es difícil!” No, así no fue como manejó la situación. Por el contrario, su respuesta incluso parece un poco severa: “Si tuvierais  fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ´Arráncate y plántate en el mar´, y os habría obedecido”.

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Las reprimendas más tajantes de Jesús en toda la Escritura llegan como respuesta a la falta de fe. El mandato  que más se repite en los evangelios es “no tengan miedo” que se traduciría mejor como: “¡dejen de tener miedo!”

La fe y El temor

¿Por qué Jesús puede comprender la fe y el temor? ¿Es realmente nuestra culpa sentirnos un poco intimidados por los Goliats en nuestras vidas? No, sentir miedo no es nuestra culpa. Los sentimientos no se nos pueden imponer. Sin embargo, la fe no es un sentimiento. Y el temor que Jesús reprende no es un sentimiento. Desde el recuento bíblico de la agonía en el Jardín, el Señor tembló de miedo y terror  ante la terrible experiencia que iba a comenzar pronto. Sin embargo, recordemos cómo reaccionó. No huyó por el monte de los olivos para desaparecer en el desierto de Judea. Resistió valientemente mientras la oscuridad se aproximaba. Apuesto que Pedro sintió el revoloteo de las mariposas en su estomago al bajarse de la barca para caminar sobre las aguas. Tal vez haya titubeado después, pero por lo menos, a diferencia de los demás, se bajó de la barca, negándose a ser paralizado por el miedo.

La fe como una virtud

La Iglesia enseña que la fe es una de las virtudes teologales. Y  según Santo Tomas de Aquino es un hábito, un poder o una capacidad que se fortalece cuando se ejercita o de lo contrario  se atrofia. La fe es como un musculo espiritual. Nacimos con músculos. Algunas personas eligen desarrollarlos,  otros no. Se desarrollan al ejercitarlos regularmente y exponiéndolos a resistencias cada vez mayores. Poner más peso a la  barra pueda resultar en más dolor y esfuerzo, pero lleva a músculos mas fuertes.

Al nacer de lo alto, a través del bautismo, a todos se nos da el regalo de la fe súper natural. Algunos cristianos eligen desarrollar este musculo, otros no. Se ejercita con actos de fe en oración y acción. Personalmente, antes de cada misa, trato de hacer un acto de fe ante la verdadera presencia del Señor en su pueblo, en su ministro, en la Palabra de Dios y sobre todo en el sacramento de su precioso cuerpo y sangre. Al enfrentarme con tribulaciones, trato de contener mi consternación y mis temores, y hacer un acto de fe en Dios quien siempre me ha sacado de aguas turbulentas. Al enfrentarme a problemas difíciles, trato de caminar hacia adelante, a pesar de tener el sentimiento de que no me irá tan bien como a David frente al Goliat.

La única manera en que la fe crece es poniéndola a prueba. Por lo tanto, está bien orar para que nuestra fe incremente. Sin embargo, si pedimos fe, hay que estar conscientes que le estamos dando permiso al Señor de poner más peso en la balanza. Cuando lo haga, debemos estar dispuestos a respirar profundamente y levantarla. Puesto que, como dice San Pablo, “No nos dio el Señor un espíritu de timidez si no de fortaleza, de caridad y de templanza” (2 Timoteo 1:8)

Esta publicación nos muestra como San Francisco es un ejemplo de fe como semilla de mostaza y como seguir la orden del Señor de “no tener miedo”. Se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el vigésimo séptimo domingo del tiempo Ordinario, Ciclo C (Habacuc 1:2-3, 2:2-4; Salmo 95; 2 Timoteo 1:6-8, 13-14; Lucas 17:5-10).  Traducción al español realizada por Miguel Carranza.

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