El Jóven Rico y el Rey Salomón
Tanto el joven rico del evangelio de Marcos como Salomón tuvieron que tomar una decisión muy difícil. ¿Qué desea tu corazón? ¿Riqueza, aventura, sabid...
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La parábola de los obreros en la viña resulta ofensiva a nuestras sensibilidades – algunos trabajaron más tiempo que otros, pero al final del día todos recibieron de su generoso empleador la misma paga. Jesús nos está enseñando algo sobre la justicia, la generosidad y por qué los últimos generalmente son los primeros en el Reino de los Cielos.
¡N o es justo!
Muchos padres han escuchado esta frase miles de veces. La noción de dar a cada uno lo que se merece, conocida como justicia, está incluida es parte de nuestros valores esenciales. La justicia nos hace estar conscientes de que cada uno posee ciertos derechos que deben ser respetados.
Sin embargo, también implica que también tenemos deberes. Si unos tienen derecho a que se les pague por su trabajo, los que se benefician por ese trabajo tienen el deber de pagarles. Si otros tienen derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, nuestro deber es no permitir que nuestra búsqueda de la felicidad infrinja sus derechos.
Sin embargo, debemos ampliar nuestra perspectiva. Dios, el creador de todo lo que existe, es responsable de todas las bendiciones que disfrutamos. La vida en este mundo nos fue dada a cada uno como un regalo inmerecido. Todos tenemos talentos únicos, características y habilidades, además de diferentes dones espirituales e intelectuales. Varían de persona a persona, pero lo que todos tienen en común es que son regalos de Dios, quien no tenía la obligación de crear a ninguno de nosotros para comenzar.
Este es el trasfondo necesario para comprender plenamente la parábola que inicialmente ofende nuestras sensibilidades. Mateo 20:1-16 registra la historia del propietario de una viña que contrata obreros para cultivarla. Contrata a los miembros de su cuadrilla a diferentes horas del día y al final de la jornada algunos solo han trabajado unas cuantas horas, mientras que otros han trabajado todo el día. Cuando a todos se les paga el salario estándar de un día completo se dan protestas. Para empeorar la situación, a los que comenzaron de último se les paga primero.
“¡No es justo!”
Sin embargo, el propietario le paga a los que trabajaron todo el día exactamente lo que dijo que les pagaría. Simplemente decidió ser generoso y pagarles a todos, incluso a los que llegaron tarde, el salario de un día completo. La justicia no excluye a la generosidad.
Los fariseos pensaban que siempre habían hecho la voluntad de Dios y merecían más que el resto, especialmente más que aquella chusma a la que Jesús parecía favorecer – incluyendo recaudadores de impuestos y pecadores. Les inquietaba pensar que este que había llegado de último se sentara junto a ellos en el Reino de Dios.
A decir verdad, ni ellos, ni nosotros somos realmente como los que hicieron consistentemente la voluntad del Propietario, trabajando sin cesar en la tarea asignada. El trabajo que se nos asignó es amar al Señor nuestro Dios con TODO nuestro corazón, con TODA nuestra alma y con TODA nuestra fuerza, (Deuteronomio 6:4-5) TODOS los días de nuestra vida.
Es lo justo, ya que a Dios le debemos absolutamente todo. Sin embargo, en varias ocasiones todos hemos abandonado este trabajo injustamente – con nuestra desobediencia, con nuestro orgullo y con nuestro egoísmo. Algunos se han ausentado injustificadamente más tiempo que otros y los pecados de algunos son más espectaculares que los de otros. Pero en resumidas cuentas, en términos de estricta justicia, Dios no nos debe nada, excepto quizás castigo.
Sin embargo, en su extraordinaria generosidad, el Señor nos ha ofrecido un trato – si aceptamos a su amado Hijo con fe como nuestro Señor y Salvador, y atreves del poder del Espíritu Santo buscamos hacer Su voluntad, y si nos arrepentimos cada vez que le fallamos, Él nos dará lo que no merecemos – su amistad en este mundo que nos abre la gloria eterna en el más allá.
Típicamente, los primeros en aceptar esta oferta son aquellos que están consientes de la necesidad de su misericordia. Y es por eso que los últimos han sido generalmente los primeros cuando se trata del Reino de Dios.
A mí me parece justo.
Esta publicación sobre la justicia, la generosidad y la parábola de los trabajadores en la viña y su generoso empleador, se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Isaías 55 6-9, Salmo 145, Filipenses 1:20-24, 27; Mateo 20:1-16).
Traducción al español por Miguel Carranza
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