La Cuaresma, el arca de Noé y el bautismo

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Comenzamos los cuarenta días de la cuaresma con el recuerdo de otros 40 días, cuando el pecado fue limpiado de la faz de la tierra. Eso ocurrió por medio de un diluvio del que solo se salvaron 8 personas – Noé y sus acompañantes en el arca. Esto nos deja entrever el significado y el propósito de la Cuaresma y su misteriosa relación con el bautismo.

En la confusión moral en que vivimos no es muy popular hablar sobre el pecado, mucho menos condenarlo. Aún más “políticamente incorrecto” es hablar sobre la severidad con la que Dios actúa contra aquellos que pecan o promueven el pecado.

Noé y el diluvio para destruir el pecado

Eso es exactamente de lo que trata la historia de Noé y el diluvio. El gran diluvio es testimonio de cómo Dios repudia el pecado y de su determinación de borrarlo de la faz de la tierra. Él, por su puesto, ofreció una manera de salvarse de las aguas de la destrucción e instruyó a Noé construir un arca para resguardar a ocho personas y una pareja de cada animal. De este modo Dios provee a la tierra y a la raza humana un nuevo comienzo y como señal de esta alianza de amistad con el mundo recién creado, nuestro Señor coloca un arcoíris en el cielo.

Una purificación más radical

Desde el principio, los cristianos han visto en esta historia una prefiguración de una obra más grandiosa que vendría después. El primer diluvio arrasó con la maldad de la faz de la tierra, pero no del corazón de los tripulantes del arca. La caída de las aguas del Mar Rojo sobre Faraón y sus hombres tuvo esta misma limitación – no purificó las almas de los Israelitas.

Así que se requería un acto de salvación aún más grandioso. Un acto tan radical que penetrara la misma raíz del mal. Dios mismo entra en nuestro mundo asumiendo forma humana y entabla un combate mano a mano con el padre de la mentira. Primero, el mismo Jesús es sumergido en las aguas, como señal de la destrucción del pecado, aunque él mismo no había pecado. Luego va al desierto para combatir al patrono del pecado.

Victorioso en la batalla

Este combate es ganado por el Hijo.

Sin embargo, esta no era la batalla definitiva. El evangelio de Marcos es corto y no incluye un detalle que Lucas (4:13) nos cuenta: Satanás se alejó de Él hasta el tiempo propicio. Este tiempo ocurriría más tarde con Judas, Caifás y Pilatos. Por medio de la cruz, el signo de esta nueva alianza, Jesús venció definitivamente al pecado y a su patrono, liberando de su propio costado un torrente más poderoso que las antiguas aguas atravesadas por Noé y Moisés.

El bautismo y el número 8

A través de la fe y la inmersión en las poderosas aguas del bautismo, el pecado puede ser arrancado no solo de nuestra piel sino también de nuestro corazón, acabando con nuestra antigua humanidad, separada de Dios e infectada por la enfermedad de la desobediencia.

La primera epístola de San Pedro (3:20) señala algo que es fácil pasar por alto: había 8 personas en el arca. Jesús resucitó al octavo día. Dios creó el viejo mundo en seis días, descansó el séptimo y realizó la nueva creación el octavo. Por esta razón, en la Iglesia primitiva los bautizos no se realizaban dentro del templo principal, sino en pequeños edificios llamados “baptisterios” que usualmente se situaban junto a la iglesia. Notablemente tenían forma octogonal – ocho lados. El bautismo significa enterrar al hombre viejo con Cristo y surgir del vientre de la Iglesia como una nueva creación, compartiendo en la resurrección de Cristo.

Cuaresma – el tiempo propicio

La cuaresma es una época íntimamente relacionada al bautismo. En la Iglesia primitiva esta era la razón por la que los catecúmenos se preparaban con el ayuno y la oración para su jornada pascual hacia el baptisterio. Todos los fieles oraban y ayunaban junto a ellos. También era una época en la que aquellos que habían ensuciado las vestiduras blancas de su bautizo, se preparaban para su reconciliación durante el sagrado Triduo.

Si somos honestos, todos nosotros caemos hasta cierto punto en esta segunda categoría. Así que decidámonos de una vez – mediante el ayuno, la oración y la limosna – a interceder por los catecúmenos y al mismo tiempo arranquémonos la tibieza y comprometámonos desde el fondo de nuestro corazón. Pongamos fin de una vez a las excusas y no dejemos nada para después. Hoy es el tiempo propicio, hoy es el día de la salvación.

Este artículo sobre el arca de Noé, la Cuaresma y el bautismo es una reflexión sobre las lecturas del Primer Domingo de Cuaresma del ciclo litúrgico B (Génesis 9:8-15; Salmo 25; I Pedro 3:18-22; Marcos 1:12-15).

Traducción al español por Miguel Armando Carranza.

 

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