Aventura épica o Comodidad Mediocre
El discipulado implica una llamada a embarcarse en una aventura épica. No se trata de mantenerse en la segura, cómoda y predecible mediocridad de lo c...
Este artículo también está disponible en: Inglés
En la Biblia, la palabra “misterio” hace referencia a una larga tendencia escondida bajo caras y eventos ordinarios. Llega a un clímax con la Anunciación de un ángel a una Virgen, uniendo varios conceptos – rey, mesías, Emmanuel, hijo de Dios – que se reflexionan el Cuarto Domingo de Adviento.
Msterio”, exclamó con desdén, “esa es una buena palabra católica”.
Mi amigo era un fundamentalista con algo más que antipatía hacia la Iglesia Católica, acusándola de agregar cosas innecesarias a la fe sencilla que se plantea en la Biblia.
Aparentemente, él no leyó su Biblia muy bien. La palabra “misterio” es una palabra católica solo porque es una palabra bíblica. Pablo habla sobre el misterio “mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente” (Romanos 16:25-26).
En este contexto, misterio significa algo muy específico. No se refiere a una novela emocionante con un final inesperado, pero es algo muy parecido. El misterio es sobre un plan que Dios está realizando a través de los acontecimientos cotidianos. La gente se enamora y se casa. Los hijos nacen, crecen y también llegan a tener hijos propios. Una nación hace la guerra con otra.
Todos estos son eventos visibles, pero Dios tiene un propósito oculto que se está realizando por debajo y a través de todos estos acontecimientos. Nosotros no podemos apreciar muy bien este plan a simple vista. Pero sobre todo, no podemos ver bien hacia donde se dirige todo.
Durante mucho tiempo, Israel no tuvo otro rey más que Dios. Luego, después de ser humillados a manos de los filisteos, pidieron un rey guerrero y obtuvieron uno muy malo, Saúl. Pero luego vino David, un hombre de acuerdo al corazón de Dios. Danzó frente al Arca de la Alianza, mató a Goliat y convirtió a Israel en un imperio. Sin embargo, no se le permitió que construyera una casa para Dios. Por el contrario, Dios prometió construirle a él una casa, es decir una dinastía. Esta dinastía no tendría fin (2 Sam 7:8-16).
Siglos más tarde, parecía que Dios había incumplido su promesa. El último rey descendiente de David fue llevado al cautiverio en Babilonia y el trono estuvo vacante durante 500 años.
Justo cuando la esperanza se desvanecía, el ángel Gabriel fue enviado a una virgen comprometida con un hombre llamado José, de la misma tribu de David (Lucas 1:26-38). Ella recibe la impactante noticia que se convertirá en la madre del Mesías, lo que para cualquier judío de esa época significaba el rey ungido de Judá, el sucesor de David. Ser llamado, “Hijo del Altísimo”, no era nada nuevo para el rey davídico. Este era uno de sus títulos tradicionales, pero Gabriel también dice que su reino no tendrá fin. Esto no es tradicional ya que todos los reyes, como cualquier persona, mueren. ¿Cómo podría Él reinar por siempre?
Sin embargo, la pregunta palidece en comparación con la que ardía en el corazón de María y que expresó al ángel: “¿Cómo puede ser esto, ya que nunca he tenido nada que ver con ningún hombre?” La respuesta de Gabriel a esta pregunta resultó más difícil de creer de lo que había dicho anteriormente. Parecía que este niño vendría al mundo sin la ayuda de un padre humano. Maria concebiría por el poder del Espíritu Santo, por lo que el título “Hijo de Dios” que tradicionalmente se le daba al rey de Judá tomaría un significado completamente nuevo.
Así que ESTO era lo que Dios había estado tramando desde el principio. Para ESTO se habían preparado todos los patriarcas, profetas y reyes. El misterio llega a su clímax. El título “Emmanuel”, Dios con nosotros, que había sido dado a reyes anteriores, tomaría un significado inesperado. Dios iba a encarnarse. Llegaría como rey, para hacer lo que los reyes siempre habían hecho en Israel – salvar al pueblo de Dios derrotando a sus enemigos. Pero el enemigo inmortal a ser derrotado era la mortalidad misma. Así es como él reinaría para siempre y cómo nosotros seriamos capaces de reinar con él por siempre.
Sin embargo, esta batalla final y la victoria definitiva tendrían que esperar algunos años. La madera de la cruz debe ser precedida por la madera del pesebre. En el misterio del plan de salvación de Dios, todo debe ocurrir en el momento apropiado.
Esta publicación sobre el Adviento, la Anunciación y el misterio de la Encarnación, se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el Cuarto Domingo de Adviento, Ciclo B – 2 Samuel 7: 1-16; Romanos 16:25-27; y Lucas 1:26-38 (la Anunciación). En este momento, convergen muchos conceptos bíblicos – rey, Mesías, Emmanuel, Hijo de Dios.
Traducción al español por Miguel Carranza
No Comments