No es un fantasma – La pascua y los evangelios gnósticos

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En la primera Pascua, el Señor resucitado aclara a sus asustados discípulos que no es un fantasma ni un espectro, y les muestras porque los evangelios gnósticos son falsos y no fueron incluidos en la Biblia.

En el apogeo del Imperio Romano, la corrupción de la época causó una ola de insatisfacción en todo el mundo civilizado. La flagrante sensualidad de la sociedad les repugnaba a muchos y añoraban una existencia mejor y más espiritual. Buscaban un redentor celestial que iluminara a los que vivían en tinieblas.

Este repugnante mundo material

Cuando escucharon acerca de Jesús de Nazaret, creyeron haber encontrado lo que habían estado esperando. Ellos pensaron que seguramente esta era una divinidad que aparentaba ser de carne y hueso para transmitirles el conocimiento secreto que necesitaban para alcanzar la iluminación espiritual. Y ya que no era realmente humano, no podía haber muerto verdaderamente. Todo lo sucedido en el Calvario habría sido solo la actuación final, el mecanismo necesario para sacarlo de escena y que poder asumir su modalidad angelical, libre del repugnante mundo material. Para ellos, la avaricia y la lujuria que veían a su alrededor eran solo el resultado inevitable de tener cuerpos físicos. Para ellos, la salvación significaba que el alma escapaba de su prisión en el cuerpo y así poder volar de regreso a su hogar celestial.

Pascua y evangelios gnósticos

Estas personas, conocidas como Gnósticos, escribieron documentos que aseguraban contener la visión secreta, espiritual de Jesús y su mensaje. Los supuestos “evangelios” de Judas, Tomás y Maria Magdalena son producto de este movimiento y fueron escritos alrededor de 120 años después de la muerte y resurrección de Jesús.

Es como si Jesús hubiera sabido de antemano que esta idea iba a surgir, ya que, en el evangelio de este domingo, escrito mucho antes de los falsos evangelios gnósticos, nuestro Señor resucitado se aparece a los discípulos y desmiente la idea de que fuera solamente un espíritu.

No un fantasma, sino carne y sangre

Como es de esperarse, los discípulos estaban asustados por la presencia de alguien que habían enterrado hacia solo algunos días. Sin embargo, Jesús insiste que no es un “espanto”. Aunque su apariencia había cambiado un poco, claramente es de carne y hueso, y cena pescado con ellos para demostrarlo. Su muerte no fue accidental, ni tampoco fue una ilusión. Él se los comprobó mostrándoles las heridas de sus manos y pies.

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Dios creó el mundo material y puso al hombre y a la mujer como sus gobernantes. El vio que su creación era buena y el hombre y la mujer eran muy buenos. No fue el cuerpo el que causó el problema, sino la terrible elección hecha por el alma. El pecado fue una decisión espiritual, realizada por el cuerpo, con un impacto desastroso en la creación a todo nivel; espiritual y material.

Más que un maestro

El redentor nos salvó mediante una decisión espiritual que tenía que ser realizada en el cuerpo. Esta acción consistió en ofrecer su cuerpo como sacrificio para eliminar el pecado y renovar toda la creación. Los salmos, la ley y los profetas lo habían predicho: el salvador no solo vendría a enseñar, sino también a sufrir y morir. Pero este no sería el final de la historia. Pasaje tras pasaje las Escrituras insinuaron que de algún modo volvería a la vida.

¿Fue esto fácil de encontrar y expuesto claramente en el Antiguo Testamento? En lo absoluto. Las Escrituras son divinas, puesto que han sido inspiradas por el Espíritu Santo, cargadas con conocimientos que sobrepasan al de sus autores humanos. Al leer las Escrituras solo con ojos humanos, cualquiera pasaría por alto su verdadero significado.

Entendimiento de las escrituras

La tarde del domingo de Pascua, Jesús explicó que todos estos pasajes se referían a su muerte y resurrección, abriendo las mentes de sus discípulos para que pudieran entender las Escrituras, haciéndoles partícipes del mismo Espíritu que inspiró dichas Escrituras en primer lugar.

A través del bautismo y la confirmación, Él nos ha dado a nosotros el mismo espíritu para entender las Escrituras. Así que olvidémonos del “evangelio” de Judas y del Código DaVinci y sumerjámonos con fervor en las palabras de vida encontradas en las Escrituras que han sido inspiradas por el Espíritu. ¡Hay muchos descubrimientos emocionantes que podemos hacer!

Esta publicación nos muestra como el Señor resucitado no es un fantasma, si no carne y sangre. Es una reflexión sobre lecturas para el tercer domingo de pascua, ciclo B (Hechos 3:13-19; Salmo 4; I Juan 2:1-5; & Lucas 24:35-48.)

Traducción al español por Miguel Carranza

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