Parábola del trigo y la cizaña

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La parábola del Trigo y la Cizaña es la respuesta de Jesús para aquellos que quieren limpiar la comunidad cristiana de impurezas e imperfecciones. La Iglesia, en este mundo, se parece más a un hospital para pecadores que a un club para santos.

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos soñado con un mundo perfecto. Imaginamos una oficina donde todos son productivos, un gobierno con políticos honestos y una iglesia donde todos son santos.

La iglesia de lo perfecto

Es natural tener estos sueños. Sin embargo, es peligroso esperar que se cumplan. Las expectativas irrealistas llevan al desaliento, al cinismo e incluso a la desesperación. Eso ya sería malo en sí mismo, pero esperar que a la Iglesia solo asista gente “santa” ha llevado a muchos a través de la historia a iniciar proyectos totalmente erróneos.

Recordemos, por ejemplo, a aquellos que quemaron a las brujas y a los que enseñaban herejías con el propósito de limpiar la Iglesia de la maldad, o a los Puritanos, que estaban escandalizados por la corrupción eclesial que plantaron una Iglesia purificada que solo incluía “santos” en una nueva tierra, legislando la piedad y sometiendo a los no practicantes a la humillación pública.

Hospital para pecadores

El mismo ejemplo de Jesús debió haber evitado estos errores. Primero, Jesús fue criticado por los fariseos por sentarse a la mesa con “impuros”. También tomó como discípulos a recolectores de impuestos y a publicanos. El conocía las imperfecciones de Pedro, Judas y los otros, sin embargo los escogió. Y por si sus acciones no hubieran sido suficientes para enfatizar su punto, relató la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24ss)

Todo esto no significa que Jesús fuera blando con el pecado. Él ordenó a la mujer adúltera que ya no pecara más y reprendió fuertemente en muchas ocasiones a los apóstoles por su lamentable falta de fe. Pero no los echó fuera por sus numerosas metidas de pata. Él había venido por los enfermos, no por los sanos. Su Iglesia sería un hospital para pecadores y no un exclusivo club para santos.

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Por supuesto que el propósito de los hospitales no es mantener a la gente enferma, sino sanarlos. Si los pacientes quieren ser admitidos, deben estar dispuestos a aceptar los tratamientos prescritos, ocasionalmente incluso tratamientos severos. A menudo se utilizan tratamientos bastante severos para combatir enfermedades mortales como el cáncer. Otras veces, los órganos cancerígenos tienen que ser cortados. Existen incluso terapias que utilizan descargas eléctricas para sacar a la gente de las depresiones.

Excomunión y comunión

Esto trae a colación una objeción que ha causado fuertes debates en los últimos años. Si el propósito de la Iglesia es ser inclusiva, como sugiere la parábola del trigo y la cizaña, entonces ¿por qué existe la pena de excomunión? ¿Por qué algunos claman a gritos que se excomulgue a los políticos que votan a favor del aborto? ¿No esto también una forma de puritanismo?

Para nada. El retener la comunión se hace por dos razones. Una es que la recepción de la Santa Comunión significa no solo que uno desea personalmente recibir el cuerpo sacramentado de Cristo, sino también que uno está en completa y visible comunión con el cuerpo eclesial de Cristo, que es la Iglesia, aceptando completamente sus enseñanzas y sometiéndose a la autoridad de sus pastores.

El recibir la comunión mientras se vive en pecado mortal o se disiente descaradamente de las enseñanzas de la Iglesia, causa tremenda confusión. Esto podría llevar a los observadores a pensar erróneamente que la Iglesia no considera que estos pecados sean graves o incluso inducirlos a cometer estos pecados. En segundo lugar, también podría llevar al comulgante a la misma conclusión errónea – que sus acciones u opiniones son aceptables y están dentro de lo que se considera espiritualmente saludable.

Separando las taras, arrancando la cizaña

La excomunión no es un puritanismo arrogante. Se utiliza como una forma de terapia de shocks eléctricos. El paciente está delirando y necesita despertar a la realidad. Si no actuamos para hacer que el paciente vuelva a sus sentidos, probablemente termine lastimándose a sí mismo y a los que están a su alrededor.

El saber cuándo emplear esta terapia está bajo la consideración del Papa y los obispos. Nuestra responsabilidad no es preocuparnos por cómo se separa la cizaña malvada del trigo en la Iglesia, sino cómo arrancar las semillas de maldad de nuestros corazones. Esa tarea ya es bastante grande en sí misma.

Esta publicacion sobre la parabola del trigo y la cizaña es una reflexión sobre las lecturas para el decimo sexto domingo del tiempo ordinario, ciclo liturgico A (Sabiduria 12:13, 16-19 , Salmo 86, Romanos 8:26-7; Mateo 13:24-43). 

Traducción al español por Miguel Carranza

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