Cuerpo y Sangre de Cristo – Corpus Christi

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La solemnidad del Cuerpo y Sangre de Dios, Corpus Christi, celebra la eucaristia com0 la presencia Real, una reunión fraterna, y un sacrificio que nos trasforma.

Los católicos no solo asisten a Misa el domingo como lo hacen otros cristianos. Los católicos van a misa en Navidad, en Año Nuevo,  en bodas y en funerales. Pareciera que no podemos hacer nada importante sin esta ceremonia a la que algunos consideran un sacrificio, otros una reunión fraterna y otros como “la presencia real”.

Entonces, ¿Cuál es: sacrificio, reunión fraterna o la “presencia real”? y ¿por qué la fijación con esta ceremonia?

Como la mayoría de las cosas en el Nuevo Testamento, es verdaderamente imposible entenderla por completo sin un profundo conocimiento de lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento.

Cuando leí por primera vez la historia en que Moisés decía al Faraón “deja ir a mi pueblo”, pensé que Moisés estaba utilizando una artimaña autorizada por Dios al decirle al faraón que la razón para sacar al pueblo y sus rebaños de Egipto era para que pudieran ofrecer un sacrificio a su Dios en desierto.

Sin embargo, esa si era la verdadera razón. Dios liberó a los esclavos de Faraón para que pudieran ser entrar en una relación intima y exclusiva con Él, en una alianza. En el Monte Sinaí, les dio la Ley que contenía los términos de esta alianza  y luego que la aceptaran, sellaron el pacto por medio de un extraño ritual. Fue extraño incluso para ellos.

Los sacrificios eran algo normal para los hebreos. Se ofrecían las mejores bestias a Dios. Algunas veces, se derrababa su sangre y luego se quemaba todo el animal. Otras veces, se ofrecía el animal perfecto como expiación por los pecados, ofreciendo la sangre y la grasa a Dios y las mejores porciones para alimentar a los sacerdotes, los representantes de Dios. Sin embargo, la mayoría de las veces, la sangre y la grasa eran para Dios y el resto del animal era comido solemnemente por los que ofrecían el sacrificio (a menudo llamada “Ofrenda de Paz”). Todo esto en una comida especial de acción de Gracias,  como una señal de comunión con Dios, a quien se le consideraba presente durante la comida (Ex 18:12). Después de todo, ¿Qué signo representa  la comunión de forma más universal que tomar los alimentos juntos?

Sin embargo, el sacrificio para sellar la primera alianza fue diferente. La mitad de la sangre de los animales sacrificados fue derramada a Dios sobre la base del altar. La otra mitad fue esparcida sobre la gente. En la mente de los israelitas de antaño, la sangre representaba la vida, y estaba prohibido consumirla, puesto que la vida pertenece a Dios. Aquí Israel y Dios son unidos en una ceremonia de sangre, convirtiéndose en parientes íntimos, en una familia. Moisés y los ancianos continuaron celebrando su nueva relación de sangre con Dios comiéndose los animales sacrificados en Su presencia, en el Monte Santo (Eso es lo que quiere decir Ex 24:11 – después de ver a Dios, aun podían comer y beber)

En la Nueva Alianza, Dios lleva las cosas a otro nivel. Ya no solo nos liberaría del yugo de faraón, sino también del pecado, de Satanás e incluso de la muerte. Para ganar este premio, Dios Hijo se hace hombre y ofrece su cuerpo como el máximo sacrificio que quita el pecado y crea un nivel de  unidad entre Dios y los  hombres que hasta entonces era inconcebible. No solo se derrama su sangre en el altar de la cruz, como ofrenda al Padre, sino también por sus discípulos bajo la forma sacramental del vino. Este símbolo es lo que representa y transmite lo que contiene – la vida inmortal del Dios-hombre, que nos une a Dios como nunca, y nos da el poder de ser como Él, vivir como El y verdaderamente convertirnos en Él.  “Eres lo que comes”. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan como alimento para que nos convirtamos en el Cuerpo de Cristo y su vida fluya por nuestras venas.

¿Presencia Real? ¿Reunión fraterna? ¿Sacrificio? Si, definitivamente. Los tres o ninguno.

Este articulo es una reflexión sobre las lecturas para la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Corpus Christi, Ciclo Litúrgico B (Éxodo 24:3-8; Salmo 116: 12-18; Hebreos 9: 11-15, Marcos 14:12-26) y Ciclo C (Gen. 14:18-20; Salm 110; I Cor. 11:23-26; Lucas 9: 11-17).

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