La fe, un caminar continuo

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La fe es más que la convicción de que Dios existe. La verdadera fe cristiana es un caminar dinámico.  Creer es empezar una búsqueda basada en confianza y en compromiso que implica tomar una gran cantidad de riesgos.

Recientemente viajé a Italia y fui recordado del contraste religioso entre América y Europa. En Europa, un gran número de personas se consideran escépticas e incluso ateas. En América, cerca del 90% de la población “cree en Dios”. Un porcentaje igual también cree que hay vida después de la muerte y que la gente es recompensada o castigada por Dios en la otra vida de acuerdo a como hayan vivido sus vidas.

¿Quiere decir que hay un nivel más alto de fe cristiana en América que en Europa? No necesariamente puesto que la verdadera fe implica mucho más que una simple creencia.

Hebreos 11 es uno de los pasajes clásicos de la Biblia que trata sobre la naturaleza de la fe. “Sin fe”, dice el autor, es imposible agradarle”. Ciertamente esta fe incluye y presupones convicciones sobre las cosas que no podemos ver o probar. “Todo el que quiera acercarse a Dios debe creer que existe y que recompensa a los que lo buscan” (Hebreos 11:6)

Sin embargo, la mera creencia puede ser objetiva e imparcial. Por ejemplo, yo nunca he estado en China, pero creo que existe. No planeo ir en el futuro próximo, y mi creencia en la existencia de China no tiene ningún impacto en mi vida cotidiana.

La verdadera fe es mucho más personal que esto. Los autores del nuevo testamento inventaron una nueva y muy extraña construcción gramatical en griego para tratar de expresar la naturaleza personal de la fe cristiana. No se trata nada mas de creer que Jesús es el Hijo de Dios, o que el murió por nuestros pecados o que resucitó de entre los muertos, sino de creer en él.  La fe es una dinámica travesía en Cristo, es sumergirse en las profundidades de Dios. La reciente encíclica Lumen Fidei (La Luz de la Fe) del Papa Francisco lo deja claro. Si tienes la convicción de que Dios es todo poderoso y todo amor, entonces debes encomendar  él tu ser, tus seres queridos y tu futuro. Te arriesgas asumiendo que el verdaderamente es confiable. De hecho, este es el origen de la palabra hebrea “amen” que está conectada  a la palabra roca. El decir “amen” literalmente significa “es confiable, puedo depender de él”.

Los amantes que dicen “creer en” sus amados lo demuestran haciendo una promesa publica de ser fieles mutuamente hasta que la muerte los separe. Esta es la alianza del matrimonio. La fe cristiana es muy similar a esto. Es una convicción que lleva a los creyentes a confiarse amorosamente a Dios en Cristo y comprometerse a una relación exclusive con este Dios, pase lo que pase. De hecho, el verbo “creer” en latín es “credere” que está relacionado a las palabras cor y dare, dar el corazón. Incluso en inglés, el verbo be-lieve está relacionado al verbo Germano/Sajón para amar.

Por lo tanto, la verdadera fe no puede ser fría o indiferente. Para que sea autentica y madura, debe movernos de la convicción a la confianza al compromiso. ¿Crees que existe un Ser Supremo que te conoce y te ama más de lo que tú mismo te conoces y te amas? Entonces tiene mucho sentido para ti el rendirte completamente a él y hacer todo lo que te pida.

Es por ello que Abraham es el modelo principal de la fe en el Antiguo Testamento. El no tenía la completa revelación de Dios en Cristo que nosotros privilegiadamente tenemos. De hecho, ni siquiera conocía el nombre de Dios.  Sin embargo, cuando este Dios Desconocido lo llamó para sacarlo de la comodidad de la civilización de Mesopotamia para que deambulara en una tierra desconocida, empaco y se fue (Génesis 12). Y cuando este dios le requerido que sacrificar a su único hijo, por el que había esperado toda su vida, no dudó en obedecer (Génesis 22)

Abraham tuvo el valor de sus convicciones. El actuó según lo que creía. Y en cuanto a los innumerables Americanos que creen en Dios…si sus creencia fuera fe verdadera, no habrían millones de bebes asesinados legalmente antes de nacer en este país año tras año.

Es fácil dirigir los reflectores a nuestros vecinos, pero ¿Qué hay de nosotros? ¿La forma en que votamos, gastamos, trabajamos, planeamos y jugamos refleja la forma en la que decimos que creemos?

Este artículo trata de la fe como un caminar dinámico  que supone convicción, confianza y compromiso.   Se propone como una reflexión sobre las lecturas bíblicas para el décimo noveno domingo del tiempo ordinario, Ciclo C (Sabiduría 18:6-8, Salmo 33, Hebreos 11, Lucas 12:32-48)

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