ACCION DE GRACIAS Y LA EUCARISTIA
Antes que el “Acción de Gracias” fuese un feriado estadounidense, era una celebración distintiva de la tradición judeo-cristiana. Todos los pueblos de...
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La Fiesta de la Sagrada Familia nos llama a crecer en piedad, honor, paciencia y tolerancia, y aprender a reírnos juntos.
La Pasión de Cristo es una de las películas más intensas que he visto. Sin embargo, incluyó un momento de comedia: un vistazo al pasado, a la juventud de Jesús, construyendo un nuevo invento. Era un tipo de mesa que es común hoy en día, pero en una sociedad que estaba acostumbrada a reclinarse par a cenar, los alimentos sobre ella hubieran sido difíciles de alcanzar. Maria le pidió explicar esta nueva idea. El replicó que la gente tendría que comer sentada sobre sillas. Maria replicó que este nuevo invento nunca se pondría de moda. El rió, se limpió para cenar y jugando salpicó a su mamá con el agua de lavarse.
Esta escena es más que un paréntesis en la trama de la película. Es un modo sutil de mostrarnos que Jesús era completamente hombre, puesto que ser humano no solo significa tener carne y huesos, sino también tener familiares y amigos.
Los filósofos paganos de Grecia y Roma reflexionaron mucho sobre el papel de la familia en la vida humana. Ellos vieron que después de a Dios, los niños debían mas a sus padres que a nadie más. Obviamente, la existencia física y la educación básica dependen de mamá y papá. Pero si lo pensamos bien, los niños deben a sus padres mucho más que eso. No aprendemos nuestro lenguaje de los profesores si no de nuestros padres. De nuestros padres tomamos, como por osmosis, actitudes, manierismos, gestos y hábitos. Nos guste o no, somos profundamente influenciados no solo por nuestros genes, sino también por nuestra experiencia familiar.
Por esta razón, los antiguos describieron una virtud familiar especial que coincide con la Virtud Cardenal de Justicia. La Justicia implica la determinación de dar a otros lo que merecen. La virtud de la Piedad, reconoce la extraordinaria deuda que los niños tienen con sus padres, dándoles un lugar de honor, respeto y afecto.
Por supuesto que tenemos la obligación de honrar y respetar a todos los seres humanos puesto que están hechos a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo el grado de honor que estamos obligados a dar a otros está directamente relacionado a la responsabilidad que cargan por nosotros. A nadie se le ha dado mayor responsabilidad sobre nosotros que a nuestros padres y por lo tanto debemos honrarles y respetarles más que a nadie.
Esto está claramente especificado en los Diez Mandamientos. Los primeros tres mandamientos de la ley de Dios hacen énfasis en nuestras obligaciones para con Dios. El primer mandamiento tiene que ver con las obligaciones para con los seres humanos es el cuarto: “Honra a tu padre y a tu madre”. Cuando estamos pequeños, esto significa obedecerles. Cuando somos adultos, esto quiere decir cuidarles y ayudarles en las necesidades del invierno de sus vidas (Eclesiástico 3:12). En su última acción en la cruz, Jesús hizo justamente esto al confiar a su madre bajo el cuidado de su discípulo amado (Juan 19:26-27)
Indiscutiblemente fue más fácil para Jesús dar a sus padres honor, afecto y respeto puesto que Maria era inmaculada y José era un santo. Y ciertamente fue fácil para Maria y José no fastidiar ni provocar a Jesús (Colosense 3:21) puesto que era Él Hijo de Dios.
La mayoría de los hogares, al igual que el mío, tienen padres e hijos que son pecadores. Es por eso que la Iglesia nos da Colosenses 3:12-21 como la segunda lectura para la Fiesta de la Sagrada Familia con su mandamiento de “perdonar como el Señor los ha perdonado”. Una familia cristiana es santa no porque sus miembros no pecan, sino porque responde al pecado con perdón en lugar de resentimiento. En mi hogar, cuando nos ofendemos, no dejamos que la situación pase inadvertida. La persona que ha ofendido debe decir “lo siento, por favor perdóname”. Y el ofendido debe pronunciar esas palabras liberadoras: “te perdono”. Y luego la situación debe olvidarse.
Sin embargo, además del perdón, se requiere de la paciencia y la tolerancia. Algunas veces no es el pecado de otros lo que nos molesta, sino las defectos, los malos hábitos o simplemente ideas diferentes a las nuestras, como la flamante mesa de Jesús. La familia es el primer lugar donde aprendemos a tolerar a los demás, a celebrar, reír y “salpicar con agua” las diferencias en vez de permitir que nos dividan.
Este articulo sobre la piedad en el siglo 21, es una reflexión sobre las lecturas para la Fiesta de la Sagrada Familia, Ciclos Litúrgicos A, B y C (Eclesiástico 3:2-14; Salmo 128, Colosenses 3:12-21, Mateo 2:13-23 y Lucas ) .
Traducción al Español por Miguel Carranza.
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