ACCION DE GRACIAS Y LA EUCARISTIA
Antes que el “Acción de Gracias” fuese un feriado estadounidense, era una celebración distintiva de la tradición judeo-cristiana. Todos los pueblos de...
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Este artículo sobre la Pasión de Jesús se escribió originalmente como un comentario sobre las lecturas del Domingo de Ramos, pero es un excelente artículo para leer en cualquier momento durante la Cuaresma, especialmente durante la Semana Santa. El sufrimiento y muerte de Cristo revela la profundidad del pecado y la intensidad del amor divino.
Pareciera que los católicos tenemos una fijación con los sufrimientos de Cristo – el crucifijo, los misterios dolorosos, las estaciones de la cruz. Y como si no fuera suficiente, una vez al año los católicos debemos escuchar de pie toda la narración de la Pasión.
La meditación pausada y continua de la Pasión de Cristo es importante porque la Pasión es el clímax de toda la historia de la Revelación y la Redención. Es la revelación definitiva de dos realidades entrelazadas: el pecado humano y el amor divino.
Primero, hablemos sobre el pecado. A menudo, pensamos en el pecado simplemente como una transgresión de las leyes arbitrarias de Dios, como una infracción en nuestro registro automovilístico divino. La meditación de la Pasión nos ayuda a conocer la verdadera realidad. El pecado no solo nos aleja de Dios, también nos corrompe, nos denigra, nos esclaviza. La misma multitud que alfombra la entrada a Jerusalén con palmas, es la misma que le hace llevar la cruz a cuestas hacia el Calvario. Uno de sus propios discípulos lo entrega a sus enemigos, otro lo niega. El soldado romano, a quien no había hecho ningún mal y para quien no representaba amenaza alguna, se complació al tratarle brutalmente.
¿Te parece difícil de creer que los seres humanos seamos capaces de tanta crueldad? Las cámaras de tortura de Auschwitz y de Saddam Hussein nos demuestran que tal maldad existe en el corazón del hombre. Luego, observemos a Pilatos, quien pareciera ser una figura más razonable. Tal vez más parecido a nosotros. El solo quería mantener la paz, preservar las relaciones con los líderes judíos y con el emperador. Y si eso significaba dejar que un inocente fuera torturado hasta la muerte – bueno, es lamentable, pero es el precio de vivir en el mundo real. Ultimadamente, el pecado de Pilatos es la cobardía. Recordemos que el pecado es también de omisión. Tiene que ver con lo que hacemos y con lo que dejamos de hacer, tal como lo dice el “Yo confieso”.
Pudiéramos decir que así tenía que ser puesto que Dios así lo tenía planeado. Todo estaba predicho en las escrituras.
Sin embargo, el que Dios lo supiera no significa que Él lo hubiese predeterminado. Todos los actores en la historia eran libres y responsables de sus actos. Sus pecados son nuestros pecados. Verdaderamente, nos representan a todos, judíos y gentiles, hombres y mujeres, negros, blancos y amarillos. Es por eso que Mel Gibson hizo una aparición en su propia cinta – fue su mano la que sostuvo la mando de Jesús mientras lo clavaban a la cruz.
Sin embargo, más importantemente la historia de la Pasión es una revelación de quien es Dios. La primera Carta de Juan 4:8 dice que Dios es amor. La Pasión nos muestra lo que significa el amor. El amor no puede quedarse inmóvil frente al sufrimiento. Por el contrario, abandona la comodidad y se arriesga a sí mismo para montar una misión de rescate. El Amor, por lo tanto, primero se vació de la gloria a la derecha del Padre y tomó la forma de un esclavo (Filipenses 2:6-11). Del esplendor de la gloria celestial a la miseria de un apestoso establo.
Y como si no fuera suficiente, el Amor se rinde a manos de aquellos que le torturan a muerte. Mientras oraba en el jardín, vio venir sus antorchas por el valle. Pudo haber escapado por la montaña y desaparecido por el páramo judío sin dejar rastro, o pudo usar su poder divino en cualquier momento para dispersar a los guardias del templo y a los romanos. Incluso, en el último momento pudo haberse bajado de la cruz, tal como le incitaba la multitud.
Sin embargo, así tenía que ser. Él tenía que amar hasta el final (Juan 13:1). Amar al máximo. La plenitud del amor en el corazón humano es un amor que no puede detenerse por nada que el infierno o la humanidad caída pueda arrojar en su camino. Ningún amor, ningún compromiso está completo a menos que conlleve el sacrificio de la propia vida.
Eso era lo que se necesitaba para redimirnos de la esclavitud del mal, para sacarnos de Egipto y llevarnos por el Mar Rojo, a través del Jordán hacia la Tierra Prometida. Fue por nuestra libertad que Él murió. No nos pongamos intencionalmente bajo el yugo del pecado nuevamente.
Esta artículo sobre los sufrimientos de Jesús como una revelación de la profundidad del pecado pero también de la intensidad del amor divino, se ofrecen como una meditación sobre las lecturas para el Domingo de Ramos o Domingo de Pasión (Lucas 19:28-40, Isaías 50:4-7; Salmo 22; Filipenses 2:6-11; Pasión según el evangelio de San Lucas, Lucas 22:14-23:56).
Traducción al español por Miguel Armando Carranza
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