El Jóven Rico y el Rey Salomón
Tanto el joven rico del evangelio de Marcos como Salomón tuvieron que tomar una decisión muy difícil. ¿Qué desea tu corazón? ¿Riqueza, aventura, sabid...
Este artículo también está disponible en: Inglés, Italiano
El Sermón de la Montaña en el evangelio de San Mateo incluye algunos mandamientos muy duros de cumplir, como amar a nuestros enemigos, poner la otra mejilla y no juzgar. ¿Cómo hemos de entender y poner en práctica estos mandamientos? Los ejemplos de Jesús y San Tomas Moro nos dan una idea.
Ama a tus enemigos. Pon la otra mejilla. No juzguen y no serán juzgados. (Mateo 5:38-44; 7:1-3).
Para algunos esto suena admirable, pero para otros suena absurdo. El filósofo del siglo 19, Friedrich Nietzsche, pensaba que esto promovía una sociedad de debiluchos. Karl Marx pensaba que estas palabras mantenían a los oprimidos bajo el yugo de los capitalistas.
¿Acaso Jesús quiere que seamos esclavos bobos que permiten que cualquier bravucón, dictador o mafioso se aproveche de ellos?
Veamos algunos ejemplos. David no mató a Saúl, el ungido de Dios (1 Sam. 26). Pero tampoco se rindió ante él. Resistió la injusticia de su inseguro rey aun cuando respetaba la oficina sagrada del rey. Cuando la muchedumbre de Nazaret trató de tirar a Jesús por el risco, pasó en medio de ellos y se marchó (Lucas 4:29-30). Su hora no había llegado. Cuando Enrique VIII se divorció de su esposa, se casó con otra y se declaró asi mismo cabeza de la Iglesia, su canciller Tomás Moro, hizo todo lo éticamente posible para evitar ser ejecutado (ver la película “Un hombre para todas las estaciones”).
Sin embargo, cuando falsos testimonios finalmente llevaron a la sentencia de muerte a Jesús y a su discípulo Tomas en el siglo 16, era hora de dar testimonio de la verdad con su propia sangre. Era hora de poner la otra mejilla. Observemos la actitud de nuestro Señor hacia sus perseguidores – “Padre perdónales, pues no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).” Y las palabras de Tomas Moro a su ejecutor, después de darle unas monedas como propina: “No dudes en cumplir con tu deber, ya que tú me enviarás a Dios”.
El amor duro a veces exige que digamos palabras duras. Jesús llamo a los fariseos hipócritas y públicamente expuso su sofistería (Mc 7). Después de pronunciar sentencia, Tomas Moro proclamó fuertemente a la sala que el Rey no tenían derecho a proclamarse cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
¿Pero, acaso eso no es juzgar? ¿Que Jesús no dijo también “no juzguéis y no seréis juzgados” (Mat. 7:1-3)?
Lo que ningún ser humano puede ni debe hacer es juzgar la posición final de otro ser humano frente a Dios basado en los motivos ocultos de su corazón. La gente puede cometer acciones abominables por miedo, dolor o mala información. Recordemos las palabras de Jesús: “no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Sin embargo, lo que hacen es abominable. Aunque solo Dios tiene la competencia para juzgar el corazón, nosotros podemos y debemos juzgar si un comportamiento es malo o bueno, correcto o incorrecto. Algunas veces, incluso es nuestra tarea decir a las personas que está mal y condenar el comportamiento. Aunque no lo creamos, amonestar a los pecadores es una de las Obras Espirituales de Misericordia.
Abortar está mal. Pero eso no quiere decir que una mujer en particular y su abortista estén alienados de Dios y ciertamente destinados al infierno. Tampoco significa que soy mejor que una mujer en particular o que el médico que está de acuerdo con el aborto. Jesús dijo “a quien se le dió mucho, se le reclamará mucho” (Lc. 12:48). Probablemente la mujer y su abortista hayan hecho más con lo que se les dio que yo. No me toca a mí juzgar. Esa es la responsabilidad de Dios. Mi responsabilidad es preocuparme lo suficiente por ellos como para decirles la verdad y ayudarles a conseguir el apoyo que necesitan para vivir de acuerdo a la verdad.
El Doctor Bernard Nathanson, un notorio abortista y Norma McCorvey, El “Roe” en el caso “Roe vs. Wade”, ultimadamente se convirtieron en apasionados defensores del derecho a la vida. ¿Por qué? Porque conocieron a cristianos que, aunque odiaban el pecado, verdaderamente amaban al pecador.
Un amor así por los enemigos es supernatural. Solo es posible para Dios y para aquellos que permiten que su amor obre a través de ellos. ¿Un amor así transformara a todos? El ejemplo de Judas y los fariseos dirían que no. Sin embargo, Norma McCorvey y el doctor Nathanson demuestran que, para aquellos cuyos corazones estan aunque sea un poquito abierto, tal amor es irresistible.
Esta publicación sobre los mandamientos en el Sermón de la Montaña sobre amar al enemigo, poner la otra mejilla y no juzgar, señalan el ejemplo de Jesús y San Tomás Moro. Se ofrece como una reflexión sobre las lecturas para el Séptimo Domingo del tiempo ordinario, Ciclo C (1 Samuel 26: 2-23; Salmo 103; 1 Corintios 45-49; Lucas 6:27-38) y para el ciclo A (Levítico 19:1-18; Salmo 103:1; I Corintios 3, 16-23; y Mateo 5:38-48).
Traducción al español por Miguel Carranza
No Comments