ACCION DE GRACIAS Y LA EUCARISTIA
Antes que el “Acción de Gracias” fuese un feriado estadounidense, era una celebración distintiva de la tradición judeo-cristiana. Todos los pueblos de...
Este artículo también está disponible en: Inglés, Italiano
La historia de la resurrección de Lázaro en el evangelio de Juan nos muestra por qué Jesús puede amar algunos amigos y discípulo más que a otros, por qué la muerte no es natural ni hermosa, la diferencia entre la resurrección y la resucitación y el profundo significado que tienen los milagros de Jesús o “signos” como son llamados en el evangelio de Juan.
A algunos les cuesta aceptar que Dios ame algunas personas más que a otras. Proablemente porque piensan que no sería justo.
Sin embargo, Dios se hizo hombre y si no hubiera amado algunos más que a otros, Jesús no sería completamente hombre puesto que los seres humanos tenemos familia y amigos a quienes valoramos más que a otras personas. Aunque podamos hacer el bien e incluso arriesgar la vida por un extraño, tenemos lazos especiales de intimidad y afecto con un pequeño círculo. De entre los doce discípulos, había uno a quien Jesús amaba especialmente. En el evangelio de su discípulo amado, conocemos sobre una familia a la que Jesús amaba de forma particular. Era la familia de Maria, Marta y su hermano Lázaro.
Todos se sorprendieron cuando Jesús no acudió inmediatamente al escuchar que Lázaro estaba enfermo. Y aunque Jesús era un hombre ocupado, en ocasiones anteriores ya había dejado todo para ayudar a extraños. Lázaro, por otra parte, era uno de sus amigos más queridos. Jesús dijo a sus discípulos que no se preocuparan, que esta enfermedad no sería mortal.
Imaginemos la sorpresa de sus discípulos cuando unos días después se dan cuenta que Lázaro había muerto y fueron a visitar su tumba. Jesús sabía lo que iba hacer. Sin embargo cuando se encuentra con la angustiada Maria y sus acompañantes, no los reprende por estar llorando. No les dice que deberían estar vestidos de blanco y regocijándose porque su hermano finalmente se había ido a su recompensa celestial. Jesús llora con ellos.
Algunos toman la muerte como una parte natural de la vida humana. Otros creen que la muerte es solo el portal hacia la eternidad. Jesús veía la muerte como un enemigo. Nunca fue la intensión de su Padre el que nosotros experimentásemos la muerte. De hecho, le prohibió a Adán y Eva solo una cosa: comer un fruto que los sometería a la muerte misma. Fue por la envidia del demonio que la muerte vino al mundo, no por el plan de Dios. La muerte disloca el alma del cuerpo, nos arrebata a nuestros seres queridos. Así que en la presencia de aquellos que han sido picados por su aguijón, Jesús llora.
En los evangelios, los milagros de Jesús siempre surgen de su compasión por los que sufren. Sin embargo, su propósito siempre va más allá de la simple ayuda a las víctimas que tiene frente a Él. En el evangelio de Juan, sus milagros se llaman “signos” porque apuntan más allá de sí mismos, hacia algo más grande que Jesús realizará en beneficio de todos.
Es por esto que Jesús permitió que Lázaro muriera. Porque al llamar a Lázaro de la tumba, Jesús estaba poniendo en claro para qué había venido. Sus enseñanzas eran sublimes y sus curaciones transformaban vidas. Sin embargo, gente con sabiduría y salud sigue enfrentándose al horror de la muerte. Si Jesús fuera verdaderamente El Salvador, debería salvarnos de la tumba. Y esa salvación debería ser permanente. La resurrección de Lázaro fue solo una suspensión temporal de la sentencia de muerte. Algunos años más tarde, los dolientes se reunirían en torno a su cama una vez más.
Así que en la presencia de la gran multitud que se había reunido para el funeral, Jesús llamó a Lázaro de la tumba. Esta demostración del poder de Jesús sobre la muerte fue un signo de su próxima resurrección – y también de la de Lázaro y la nuestra.
Este es el último milagro o “signo” que se registra en el evangelio de Juan. Jesús sabía que así seria. Tú y yo probablemente esperaríamos que las noticias sobre este milagro fuesen llevadas a Jerusalén por testigos oculares y que eso llevaría a muchos a aceptar a Jesús como el Mesías y el Señor. Sin embargo, nuestro Señor sabía que tendría el efecto opuesto. Demostró a sus enemigos la gran amenaza que representaba. Ellos tendrían que actuar rápido para evitar que las cosas se les salieran de control.
Pero todo era parte de su plan. El tenía el control total. Estaba decidió a dar su vida voluntariamente, a experimentar la horrible tortura de la crucifixión, la amarga separación de cuerpo y alma y de sus amigos. Él estaba dispuesto a hacer todo esto porque así lograría más para nosotros de lo que había logrado para Lázaro en ese momento: una victoria permanente sobre la muerte.
Este artículo sobre la resurrección de Lázaro como un signo de la resurrección es una reflexión sobre las lecturas para el Quinto Domingo de Cuaresma, Ciclo A ( Ezequiel 37, 12-14; Salmo 130; Romanos 8, 8-11; Juan 11: 1-45). Estas lecturas de Juan 11 también son usadas para el tercer escrutinio en el RICA, por lo tanto también pueden ser utilizadas para el quinto domingo de cuaresma en los años A y B.
Traducción al español por Miguel Carranza
No Comments