ACCION DE GRACIAS Y LA EUCARISTIA
Antes que el “Acción de Gracias” fuese un feriado estadounidense, era una celebración distintiva de la tradición judeo-cristiana. Todos los pueblos de...
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De Saulo de Tarso, el fariseo, a Pablo, el apóstol – tanto la vida como el fruto fueron transformados. La historia nos cuenta de donde provienen los amargos frutos del egoísmo y la violencia, y como pueden transformase en frutos del Espíritu.
Nadie tenía más celo por el Señor que Saúl. El ardía con pasión al promover la Ley de Moises y las tradiciones de sus antepasados. Desde Turquía hasta Palestina y Siria, él había cumplido incansablemente con su misión, para la Gloria de Dios.
Sin embargo, este duro trabajo causó más mal que bien. Por supuesto que esta labor rindió frutos – las uvas agrias del legalismo, la intolerancia y la opresión, por lo que era de esperar que muchos cristianos dudaran en aceptarlo como hermano, incluso después del incidente camino a Damasco. Dado su historial, probablemente yo tampoco hubiera confiado en él.
Saulo no era muy diferente a muchos cuasi reformadores o militantes religiosos de la historia. Robespierre, Lenin, Mao y Bin Laden, todos tomaron la espada en nombre de la justicia y la verdad.
Ellos y Saulo no comprendieron que la corrupción en la sociedad viene después de la corrupción en el corazón del hombre y la toxina no se fabrica dentro del Corazón de algunas manzanas podridas, sino en el corazón de cada descendiente de Adán y Eva. La manzana que nuestros primeros padres comieron en el jardín, contenía esta toxina de injusticia y desde entonces ha sido transmitida de generación en generación. El efecto colateral a largo plazo de este fruto prohibido consiste en echar a perder incluso al mejor y más brillante entre nosotros.
¿Cuál es ese fruto dulce y vivificador que estamos diseñados para dar? La primera carta de Juan lo resume: fe y amor, hechos posibles por el Espíritu del Señor Jesús. Cristo, la verdadera vid, reveló el significado del amor cuando, clavado al madero y expuesto al ridículo, oró no por el castigo, sino por el perdón de sus perseguidores. Cuando su santo costado fue perforado, de esta vid brotó un manantial vivificante que sigue fluyendo cada vez que celebramos el sacramento de su cuerpo y su sangre. Beber de la copa significa introducir en nuestro cuerpo sangre saludable que purifica nuestra sangre enferma, librándola de los residuos tóxicos del pecado. Su sangre es revitalizante y estimulante, como un manantial vivificante que nos permite dar los frutos exquisitos y abundantes del Espíritu (Gálatas 5).
Una vez que Saulo fue sumergido en la piscina bautismal y recibió la revitalizante sangre de Cristo, su fruto fue transformado instantáneamente de agrio a dulce. La ira se transformó en compasión, la soberbia en humildad. Aquel fariseo que había intentado obligar a todos a encajar en sus esquemas, ahora está dispuesto a convertirse en todo para todos para salvar a toda costa a algunos. Veinte siglos después, sus escritos, casi 22% del Nuevo Testamento, aun están rindiendo abundantes cosechas de frutos fabulosos.
Muchos de nosotros hemos causados tantos problemas como Saulo. Afortunadamente, no hemos dado tantos frutos podridos. Sin embargo, esto se debe solo a que no estamos dando muchos frutos de ningún tipo, ni Buenos ni malos. Conocemos sobre la verdad, la bondad y el amor, pero nos conformamos solamente con hablar de estas cosas.
Que nos quede claro: la admiración pasiva de la bondad no es una opción para aquellos que desean ser verdaderos discípulos de Cristo Jesús. Los discípulos son aquellos que siguen al maestro en pensamiento, palabra y acción. El dio abundante fruto, por lo tanto nosotros, sus discípulos y miembros de su cuerpo, estamos llamados a dar abundante fruto también. Estamos llamados a amar con obras y con la verdad y no solamente hablar sobre estos temas en reuniones de comité.
De eso se trata precisamente el sacramento de la Confirmación, celebrado en muchas parroquias durante el tiempo pascual. Es la comisión de compartir la misión de la Iglesia y dar muchos frutos para Cristo. Afortunadamente, el sacramento transmite a todos los que lo reciben la savia espiritual del Espíritu que hace posible que incluso las ramas más pequeñas y débiles den fruto abundante.
Esta publicación se centra en Saulo de Tarso, el fariseo que llegó a dar buenos frutos del Espíritu. Es una reflexión sobre la segunda lectura del décimo domingo del tiempo ordinario, Ciclo C (Gálatas 1:11-19, y las otras lecturas son 1 Reyes 17:17-24, Salmo 30:2-13, y Lucas 7:16). También es una reflexión sobre la primera lectura para el Quinto Domingo de pascua, Ciclo B (Hechos 9:26-31). Ambas lecturas cuentan la historia de la transformación de la vida de Pablo, ilustrando el evangelio para el Quinto Domingo de Pascua, Juan 15:1-8 – permaneced en Cristo, la verdadera vid, es la única forma de dar buenos frutos.
Traducción al español por Miguel Carranza.
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